20 abril 2010

¿Dónde se fue “mi sonrisa”?


Hoy más que nunca quisiera ser hijo de Cronos. Tener a voluntad control del tiempo, no sé si del lineal, o si del circular, aquel que Borges tanto idolatraba. Quisiera saber lo que se siente viajar por los instantes, a veces de regreso, a veces al futuro, y lo admito, mi interés no sería en absoluto científico sino muy, pero muy personal.
            Dejaría lo que fuera por lograrlo, dejaría mi carrera, mi trabajo, mi posible futuro, mi prestigio, incluso mi dignidad cedería. Como dice Joan Sebastian, “empeñaría lo más caro que tengo que es mi libertad”. Infortunadamente los deseos muy pocas veces truecan en realidades y este es un caso que se suma a las estadísticas, no importa que ayer haya habido lluvia de estrellas, porque juro que a todas les pedí fervoroso mi plegaria, y hoy, la realidad me tiró un par de dientes y mas de alguna lágrima.
            El pasado es aquella sucesión de decisiones que nos han llevado hasta este momento. Del mío no estoy muy orgulloso, preferiría estar en el sepulcro a poder escribir este artículo si ello hubiera logrado mantener el tesoro más precioso de mi vida, el cual, hoy, la neblina del cansancio ha escondido de mi vista.
            He perdido señores, la sonrisa más hermosa de cuantas puede haber en este mundo. La longitud precisa, la apertura de labios adecuada, alineación de dentadura, la mejor, e intercambio de amores, la que más. La he perdido, le he dejado escapar y no encuentro cómo detener el mar de sufrimiento. Quiero decir perdón, pero es insuficiente, no cabe duda que la voz termina yendo con el aire y al caer de las gotas, un vaso acaba por derramarse.
            No sé cuánto pueda observarse tras esa oscura niebla, pero quiero gritar que no importa la tormenta, el frío, los relámpagos, las olas, con mi remo maltrecho y mi barcaza errante juro ante Poseidón y siete mares, que he de brindar mi vida por ver tan blancas perlas. Más valiosas que el oro, más que la plata blanca, más que mi hermosa, luna, más, más, más.
            Fue error imperdonable dejarla descuidada, lo sé, lo reconozco y quisiera cambiarlo, pero no siempre querer es poder. Hoy me encuentro a oscuras, a la deriva en un océano que mis lágrimas han formado, testigo salobre de mi desesperación. ¿Habré de morir en el intento? Bien lo vale, mi vida no es ya nada sin su brillo. No importan otras cosas, no hay placeres vivo, sólo la oscuridad y el mar que ruge. Mi barca es de madera pobre, no de fino nogal, ni de rica caoba, apenas alcanzó del viejo pino; no tengo remeros, yo tengo que luchar contracorriente aunque canse los brazos, la esperanza dará fuerzas nuevamente.
            ¡Tonto de mí! Maldigo la hora en que dejé de procurarla, y me lamento en lo profundo por no comerla a besos, por no entregarle el verso, que ella merecía. Y peor es el dolor que me atormenta, la sospecha hiriente, que un ladrón la ha robado, vil malandro, regresa mi sonrisa, mi cáliz de la vida.
            Si he de armarme, harélo hasta los dientes, defenderé su resplandor lunar. Escudo en la siniestra, y en la diestra mi espada, armadura pulida y una daga en el cinto. Matar o morir, no habrá condescendencia.
            Mi grito de batalla será su dulce nombre, “sonrisa, mi sonrisa”, no ha de ser de otro hombre. Invocaré a Quijano y solicitaré consejo a don Ruy y don Rolando. Del Cervantino  aprenderé el honor, la hidalguía y evocaré a Dulcinea en mi sonrisa, quizá la mía sea una figura más triste que la del Manchego. A don Díaz de Vivar le hablaré en el exilio, pediré su consejo para aguantar la expulsión de la tierra bienamada, aprenderé como en la distancia, aprendió a procurar a su Ximena. De Rolando aprenderé la lengua, y la transportaré al sentimiento para decir  « Je t´aime ma belle sourire » « Où est-ce que vous êtes? » porque fué aquella lengua parisina la que logró conocer a mi extraviada.
            Igual acudiré a la poesía, para cantarle mi dolor y pena, mi tristeza, mi llanto, mis heridas, porque ella no está junto a la mesa. Sabines le dirá “una mujer y un hombre un día se aman”, y ella entenderá los dos papeles. Benedetti será un cómplice que susurrará en su oído que “mi estrategia es más sencilla y más simple” y en este caso rogaré como nunca “que un día cualquiera por fin me necesites”.  Gutiérrez Nájera ojalá me contagiara su hemofilia y pudiera yo terminar con un degüello, pero no será el caso; me enviará como ayuda algunos versos para decirle que ella es más que mi Duquesa Job.

¡No hay en el mundo mujer más linda!
Pie de andaluza, boca de guinda,
esprit rociado de Veuve Clicquot ;
talle de avispa, cutis de ala,
ojos traviesos de colegiala
como los ojos de Louis Theó

Y si no escucha esos ripios habré de enviarle “Mis enlutadas” después de que la muerte me alcance o de que yo me apresure hacia ella. Voces de Nervo, de Diaz Mirón y López Velarde quisiera completaran el corillo que pudiera a su alcoba llevarle serenata, pero ella no escucha bien en español cantado, prefiere la lengua Shekaspeareana, por eso cantaré “I´m sorry that I hurt you, it´s something I must live with, everyday[...] I´ve found a reason for me, to change who I used to be, a reason to star over new, and the reason [obviously] is you”.
            Mis brazos no se agotan de remar, aunque el océano amenaza con tragarme, si he de morir en altamar que sea por su talle. La he amado cual jamás se ha concebido, ni Romeo y Julieta, ni Tristán con Iseo, no Oliveira y La Maga. Nadie ha podido imaginarse el amor que le profeso, quizá ni ella misma lo sepa todavía y la amo, la amo, la amo y cuanto más lo pienso más la extraño.
            Recuerdo cuán feliz era a su lado, algo sabía Neruda que bien lo sentenció “es tan corto el amor y es tan largo el olvido”, pero no quiero olvidarla. La he extraviado pero confío en que habré de hallarla, puede que en manos en malévolo impostor, mas lucharé sin tregua hasta volver a abrazarla. Soy necio pues soy hombre, como dijo Sor Juana, pero más necio es el pecho que bate en su busca. No admite que la olvide, y es él quien me conduce, yo sólo sigo el rumbo.

Yo quisiera salvar esa distancia
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia 
mística y rara que tu ser despide.

Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
yo quisiera en el cielo de tus brazos
beber la gloria que en tus labios tienes.

Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte
para poder, como lo sueño a solas,
a un mismo tiempo por doquier besarte.

Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
allá en las sombras, con ardor cubrirte,
temblar en los temblores de tu pecho,
y morir de placer al comprimirte.

¡Oh! ¡Yo quisiera mucho más! ¡Quisiera
llevarte en mí como la nube al fuego,
mas no como la nube en su carrera
para estallar y separarnos luego!

Yo quisiera en mí mismo confundirte.
Confundirte en mí mismo y extrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
convertirte en perfume y aspirarte.

Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos.

Aspirarte en un soplo del ambiente
y así verter sobre mi vida en calma,
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter de lo azul de tu alma.

Aspirarte mujer.. De ti llenarme.
Y en ciego, y sordo y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
y a la dicha suprema de adorarte.



El futuro es incierto ahora que no la hallo. ¿Qué hacer con la ternura? ¿Con los besos? Debí dárselos todos pero el tiempo se ha ido, ella estará brillando, quizá para otro nido. ¡Ay de mí! y de mi necio corazón, yo no sé cuánto tarde, en cerrar la estocada que con este extravío, se me ha abierto en el pecho. Me sangran las costillas, la carne, las ideas. La extraño y la lloro, la busco y no la encuentro. ¿De qué sirven los planes si no son junto a ella? ¿De qué me sirve el mundo, si mi mundo era ella?
            El piso de mi casa se lamenta pues sus hermosos pies ya no acarician su rugosa cara, ya no lo pulen con sus giros “en dehors et en dedant”. Extraña mi bitácora melódica, esa la su canción “qué locura enamorarme de ti” que fue todo menos locura, pues ha sido el instante en que más cuerdo me he visto. Prendo el iPod y la lista de canciones es interminable, si habré de borrar las que me la traen a la memoria, valdrá más tirar el aparato y renunciar a la música por siempre. ¿Bailar? ¿Qué caso tiene? Si es ella a la que mis manos se amoldaron, su cadera sugiere, y sus pies son de diosa.
            Cantar pues, ya tampoco, ¿a quién dedicaré mis sentimientos? Ya todo en mi camino tiene un tanto de ella. Pensé en alcoholizarme, pero será más duro apenas el efecto se me pase. Todo lo que pienso hacer para evitar la dolorosa despedida, me resulta perturbador pues ahí la veo. Películas a las cuáles quiero cambiar de nombre, ya no “París te amo” sino “Sonrisa, te amo”. Mi ropa, mis escritos, los libros, las fotos, los videos, regalos, aventuras, escapes, la comida, las aceras, el café, el baile, la guitarra, Dorotea y Robotina, Sofía, Metepec, Cuernavaca, Veracruz, el metro, Periférico, el edén, la facultad, los discos, el fútbol, no hay nada que no lleve una letra de su nombre.
            Si pudiera escucharme le diría, que aprendí de su mano que el amor puede todo, que si bien he fallado por culpa de mi soberbia, haré de todo para demostrarle que el destino no es otro sino que estar de la mano, no importa quien pretenda interferir con la historia.
            Seguiré en primera fila, para ver tus andanzas, te veré bailarina, que sólo eso me falta. Te dedicaré mi vida, mas allá si hace falta, yo sé que es muy difícil, pero habré de lograrlo, o en el intento muero, o sin ti ya no vivo. Las flores serán testigos quizá de incómodos encuentros, no obstante cumpliré la promesa de no exasperarme mucho. Acudiré a admirarte, te gritaré y aguardaré como siempre, tú me dirás si es mi turno, o esa ocasión me lo pierdo, la fortuna de invitarte, o es turno del aspirante.
            Atesoraré por siempre la intimidad en tu cuerpo, y juro ante todo el pueblo, que volveré a tocarte, a acariciarte las piernas y a navegar en tu pelo, a regodearme en tus curvas y el éxtasis en tu sexo. Te amo por tantas memorias, te amo por lo que nos falta, te amo y aunque haya obstáculos, confío en reencontrarte.
            El tiempo, ya me di cuenta, resulta irrecuperable. Si fallé y te me fuiste, lucho ya por que retornes, por un beso solamente, por recostarme en tu pecho, por acariciar tu cuello, por verte crecer conmigo, porque quiero protegerte y que tú me adores tanto, tanto como lo has hecho y no quiero sepultarlo, antes me ensogo del cuello que perder sin intentarlo.

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