Verdaderamente cada día me sorprende más la eminencia que muestra, en nuestro país, un gremio casi siempre incomprendido por nosotros, los ciudadanos: la cúpula de los políticos. Pero cómo no podría ser maravilloso el leer las noticias que dan cada día. Algunos se conforman con dar muestra de la capacidad política (léase de negociación o defensoría de intereses comunes), otros, venden momentos de su vida personal a publicaciones más bien dedicadas a asuntos de la farándula cuando no caen más bajo y llegan a las revistas del corazón y no anotaré nombres porque estoy cierto, queridos lectores, que todos los sabemos.
Estos días ha salido a la luz una más de esas ideas que de verdad podrían no sonar ridículas si la propuesta y los fundamentos tuvieran una base sólida, sin embargo cuando las palabras se emiten con la intención de impactar en los medios y brillar unos días en las pantallas de televisión, se vuelven poco menos que un chiste de muy mal gusto. El tema: la legalización de las drogas. El emisor: Santiago Creel Miranda.
Si bien es cierto que la polémica y el debate no pueden faltar en ese tópico, también debe aceptarse que no se puede proponer una panacea sin estudiar todos los efectos que tal o cual acción puede generar.
Me resulta ridícula la propuesta pero no se piense que por la persona que lo ha dicho ni mucho menos. Creo que el legislador se ha atrevido a expresar una opinión y una preocupación legítima y valiosa sin duda, pero ante su argumento de que muchos estados de nuestro país vecino del norte han logrado progresar en el debate y legalizar el consumo de estupefacientes y, obviamente, ante tl muestra de madurez y modernidad el Estado Mexicano debe seguir pasos similares.
Creo que una propuesta de esa magnitud no debe estar sujeta a la percepción del mismo tema que se tenga en sociedades distintas, quizá habrá posibilidad de discutir el tema pero hay que ponderar que las sociedades, las ideologías, la capacidad económica y la composición social son muy diferentes y ello debe considerarse a la hora de entablar la discusión o sugerirla.
Sería irresponsable pensar que por la vecindad que compartimos con los Estados Unidos, tenemos la misma visión hacia el futuro y que emulando sus decisiones llegaremos a ser una nación similar a la suya. He escuchado las ventajas que la legalización traería al país como la posibilidad de derrumbar los cárteles de la droga y la violencia que se vive en el país. Me suena a una visión algo más que utópica, sería tanto como decir que al retirar a Elba Esther de la dirigencia del SNTE la educación en México sería mejor de forma instantánea.
Es cierto que con el cambio pueden llegar mejoras, pero no hay que engañar al pueblo, como se acostumbra y prometer que la suya es la vía mejor para todos. Ya sé que en su profesión, la venta de promesas es el pan (PAN) de cada día, pero uno llega a cansarse de tanta harina y tan pocos huevos para lograr la masa.
Fue el mismo error que tuvo Calderón al minimizar los efectos colaterales que la lucha contra el narcotráfico tendría, y si bien es cierto que las estadísticas (oficiales) pueden estar de su lado, también es cierto que una imagen vale más que mil palabras y hay muchas con las personas inocentes caídas.
Recomendaría al señor Creel que si la propuesta la ha hecho con una conciencia clara de todas las consecuencias que tendría, que elabore pues un documento en forma y argumente en pro de llevarla a cabo, que si no, será mejor guarde sus palabras o frases de gloria para otro espacio.
El “sospechosismo” nunca fue buen inicio y yo sospecho que tal aseveración de abrir el debate respecto de la legalización de las drogas tiene más de lo que a simple vista puede verse. Hágame ver errado senador y de ser así créame que aplaudiré sus palabras, pero entre tanto, no puedo sino decir que deje de estar tan atento a lo que hacen en otros países y comience por preocuparse por el nuestro, que para eso se le paga. Acuérdese, “el buen juez, por su casa empieza.”
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