Tíldeseme de homofobia si se quiere, mas no se niegue la libertad que tengo de esgrimir una opinión aunque ésta afecte suceptibilidades, porque, del mismo modo que ellos pueden alzar la voz para defender un derecho de unión, yo puedo expresar la dicotomía que, a mi juicio, el asunto contiene.
Es evidente que el tópico es de suyo polémico y voces han criticado y defendido casi hasta el fanatismo la libertad de preferencias sexuales para cada persona, lo cual sin duda es loable. Amén de eso, han ido más allá, logrando que se permita, cuando menos en el Distrito Federal, la unión legal entre personas del mismo sexo. Primero, como sociedades de convivencia, y hace unos cuantos meses ya con la nomenclatura de matrimonio.
Más recientemente, he leído que expertos juristas de la máxima casa de estudios (UNAM) han aceptado colaborar con la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para analizar la posibilidad de ampliar tal consecución a nivel nacional y es en ese punto donde las voces en pro y en contra se multiplican con el peligro latente de que pasen de las palabras a las amenazas e incluso a actitudes discriminatorias cuando menos; cuando más a crímenes de odio.
La temática se ha visto alimentada por las instituciones moralistas tales como las iglesias, dígase la Católica, que aprovechando el quórum de fieles, emana sentencias a quienes apoyen tales o cuales actitudes, al grado de reformular la lista de pecados contrarios a la “ideología de Cristo” ―me pregunto si de verdad Cristo les ha confirmado las interpretaciones de su palabra: procesos Inquisitoriales, compra de lugares en el cielo, división de imperios, pederastia, etc.―.
Por otro lado, están los legisladores harto necesitados de popularidad para los comicios próximos que se enfrascan en la discución de que el país está avanzado y es capaz de recibir estas reformas a los códigos civiles. En estricta teoría, creo que no deberían utilizar el termómetro de avance o no de las mentalidades pues, hasta donde yo sé, no tienen cifras o estudios neuro-psicológicos que evalúen sus afirmaciones.
Y ya decía yo que el tema resulta polémico desde su origen, puesto que las costumbres se imponen incluso a los derechos humanos. La cuestión, pues, es si vale o no que quienes tienen preferencias sexuales distintas de las nuestras , puedan organizarse en una institución que pareciera sólo para heterosexuales: el matrimonio.
Si pensamos un momento en las libertades, evidentemente tiene todo el sentido, pues nadie puede prohibir algo tan subjetivo como la preferencia de género. Sin embargo, la tradición moral nos hace dar un vuelco de conciencia y tachar todo lo distinto como peligroso y antinatural. Incluso yo tengo mis reservas en cuanto a dichas preferencias.
No obstante, basta leer un poco a los clásicos para darnos cuenta que las relaciones homosexuales no son cosa de nuestros días. Ya en la Grecia antigua y en el Imperio Romano se desarrollaron ese tipo de tratos. ¿Qué quiero decir con ello? No es mi intención satanizar o beatificar a nadie. Sencillamente creo que podemos perfectamente vivir con los demás mientras ellos respeten nuestros gustos y nosotros los suyos porque ¿qué pasaría si se hubiese mantenido la tendencia clásica y hoy fueran más comunes las uniones hombre – hombre y mujer – mujer? ¿Quiénes serían entonces los discriminados?
Es cierto que tampoco se trata de promover una actitud con la que podemos no estar de acuerdo, mal que le pese a quien sea. Yo considero que en cierto sentido este tipo de actitudes son antinaturales, y nuevamente escucho retumbar los gritos de homofobia sobre mi persona, pero solicito se me permita explicar a dónde quiero llegar.
Si partimos de la idea de que lo natural es lo genéticamente establecido según las leyes de Darwin para cada una de las especies, creo que podré explicarme mejor. Para el caso de los organismos mayores, la preservación de la especie depende de la unión entre dos seres, dos gametos, divididos entre dos géneros: machos y hembras. En ese sentido, si la historia natural dice que uno de los fines de la existencia es tener descendencia para mejorar la especie, pues, hasta el momento no existe otro modo de unir los gametos que no sea con la colaboración de un macho y una hembra (podría pensarse en la fecundación in vitro, pero incluso en tal procedimiento, las células deben ser dadas por ambos géneros), por ello, únicamente pensando en la reproducción, lo homosexual es anti Natura, por la sencilla razón de que es imposible concebir de ese modo.
Algunos mencionarán que en la Naturaleza también existen las conductas homosexuales, incluso yo recuerdo una: el hipocampo macho, quien después de fecundar los huevos de la hembra, los lleva en el vientre para darlos a luz una vez eclosionados, mas, si recordamos, él los fecunda primero y luego los recibe, de modo que no se rompe la regla.
Otros podrán decirme que la sexualidad no se ciñe solamente a la reproducción y preservación de la especie sino también al placer y no podré yo, con mis limitados conocimientos sobre antropología o biología, contradecirlos. Lo que sí puedo, es recordarles que yo emito ue puede ser contrario a Natura sólo con el sentido de reproducción. Hasta ahora no he llegado al tema del placer.
Conozco algunas referencias de estudios realizados sobre todo en delfines y primates mayores, que demuestran la inclusión del placer aunado a la sexualidad en esos animales, de manera similar a lo que pasa con el hombre. Algunas investigaciones van más allá afirmando conductas homosexuales en otros mamíferos. Podemos imaginarlo sin necesidad del texto si alguno de nosotros ha tenido perros, por ejemplo.
Respecto a esos argumentos, no puedo sino aceptarlos y admitir que razón no les falta y decir que yo soy uno de los más interesados en que el placer siga siendo un elemento indispensable en el sexo.
Por último, y teniendo un empate en la polémica, llega la opción de poder adoptar a infantes por parte de las parejas homosexuales que así lo decidan. Aquí, las voces han hecho un eco mayor y más álgido que en el de la mera unión.
La cuestión es mucho más delicada porque ya hace mella sobre un tercero, que además es, generalmente, un infante. Aquí entran en discusión los daños psicológicos que pudieran generarse en el niño por la falta de una figura paterna o materna, según fuera el caso. Aquí también ya se han generado investigaciones (desconozco su validez) que concluyen que no hay peligro alguno para los huérfanos y que no hay diferencia en el desarrollo intelectual y emocional de los hijos de parejas homosexuales y heterosexuales.
Aquí, por respeto a las libertades, concederé veracidad pero no puedo evitar que cierta preocupación se asome en mi reflexión, y es que si bien puedo entender y aceptar que existan preferencias distintas de las mías, no me parece que deban promoverse. Si bien tienen la libertad de hacer lo que gusten, en el momento que yo tuviese un hijo, no me agradaría exponerlos a una pareja homosexual besándose o cosa parecida.
He tenido conflictos incluso con profesores respecto del tema, cuyo argumento es que no puedo saber si eso pasará o no y que es un prejuicio porque aún no tengo al hijo y no puedo opinar así, pero para mí lo suyo también es una suposición porque el hecho de que se pretenda hacer ver como lo más común del mundo es igualmente un intento de imposición.
La naturaleza humana no permitirá llegar a un consenso unánime que admita una postura, siempre habrá opiniones diferidas y así, me parece que quienes defienden la aceptación general de la homosexualidad tienden a pretender imponer su visión. yo lo acepto, no estoy de mi total agrado su modo de vida, pero he aprendido a alejarme de ellos si no me siento cómodo. Así, esperaría la misma actitud de ellos.
Es cierto, no estoy de acuerdo con la adopción, pero tampoco comparto posición con los que satanizan la posibilidad, porque no consideran que quizá las parejas no quieran adoptar, y las que así lo decidan, tienen que cubrir los requisitos que la ley les exige para el trámite, de modo que tampoco debe tenerse una actitud intolerante hacia el hecho per se.
Sí, puede que mi actitud sea parcial, pero he intentado se lo más objetivo posible respecto al tema que ha dividido fuertemente las opiniones. No comparto preferencias con ellos, pero tampoco creo que sean motivo de discriminación y por otro lado, me parece que los más agresivos e interesados por imponer su opinión, no son los propios homosexuales, increíblemente son los que se dicen defensores de la causa. En cuanto a la parcialidad de mi posición, ¿qué más se puede esperar? al final todos tratamos de expresar nuestro sentimiento, sin embargo, reitero que lo mío es opinión, no imposición.
Termino ya diciendo que lo que más difícil hace el caso, no son sino los que se podrían etiquetar como “amigos de los gays”, piénsenlo, con esos amigos...
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