Ya decía yo que las tragedias son siempre para contar pues no todo en la vida son alegrías ni momentos gratos, por ello es que debemos aprender a disfrutarlos y llevarlos siempre en la memoria para los tiempos difíciles y estos lo son. El tiempo no se detiene a pesar de que uno pudiera desearlo fervorosamente. Todos estamos de paso en este mundo y en algo tenemos que ocupar los instantes que tenemos para los fines que mejores nos parezcan, los amigos se van, los amores se olvidan, los hijos son prestados, nuestros padres no son eternos: uno está rodeado de personas en su propia soledad, es la maldición del hombre.
Sin embargo, a veces parece que los buenos son los que se nos acaban y el destino nos los roba y que los nocivos viven más y se multiplican. Uno de estos casos es, por lo menos por lo que las imágenes nos muestran, el de Lech Kaczinsky, presidente de Polonia quien el pasado sábado perdiera la vida a bordo de un avión junto con la primera dama y noventa y cuatro personas más, todos ellos grandes cabezas políticas del país europeo. En ocasiones, la magia o la casualidad pretender recordarnos que no todo se centra en el racionalismo puro y el carácter cientificista que algunos promueven y muchos siguen, digo lo anterior porque el lugar donde Kaczinsky murió fue en Smolensk, lugar que en 1940, tristemente se volvió célebre por la matanza a manos soviéticas de veintidós mil polacos: soldados, médicos, abogados, maestros: personas. Resulta pues doblemente doloroso el deceso del mandatario.
Dice el diario Publimetro en la edición del lunes doce de abril de este año: “En Polonia, el día más importante para salid de compras es el sábado [...] sin embargo este fin de semana fue diferente.” Yo no me diré erudito en temas de política, mucho menos en política internacional, pero muchas veces una imagen vale más que mil palabras y las imágenes que he visto resultan reveladoras: un pueblo triste que llora la muerte de su capitán, de un líder que habían esperado por años y que se ha ido; un pueblo que despidió los restos abarrotando las avenidas principales de Varsovia; un pueblo que llenó de veladoras y flores el palacio nacional; una bandera que ondea a media asta.
La sorpresa no surge de la muerte del presidente, ni de las circunstancias en que se dio. No, surge del tamaño del dolor que hay ahora en Polonia, de las más sinceras muestras de duelo por él, que son las de su pueblo. ¿Cuántos ex mandatarios mexicanos podrían tener un destino similar? Creo que serían pocos. Un hombre es tan pequeño o tan grande como sus sueños lo sean y la historia lo juzgará por sus acciones, a Kaczinsky ya lo ha juzgado su pueblo. Vaya pues un pésame que cruce el Atlántico hasta el viejo continente y se quede flotando hasta que la resignación les llegue. Yo no lo conocí, es cierto, pero hoy conocí a su pueblo y eso me ha dicho más de él de lo que he necesitado.
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