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12 octubre 2010

Sobre las licencias de conducir en el DF

08/10/10

Vaya con las trivialidades que podemos ver en los noticieros de televisión, aunque hay que admitir que en ocasiones tienen puntadas que valen la pena y para muestra basta un botón.
                Ayer por la noche encendí el televisor para calmar la decepción de una fiesta cancelada y la completa ausencia de un plan de respaldo. Tomé el control y comencé a cambiar de canal hasta detenerme en el canal cuarenta en el informativo a cargo de Hannia Novell.
                Entre las noticias que ya se han hecho costumbre, terrible por cierto, como los asesinatos cotidianos que suceden en provincia o la compra de un departamento en Polanco a nombre del presidente nacional del PAN y que causó salpullido en varios sectores del Legislativo mexicano. Pero la nota que me dio para escribir esto fue algo que, me parece, debía haberse tocado ya hace tiempo.
                El reportaje denunciaba la sencillez, rayana en la mediocridad e ineptitud, con que en la ciudad de México se consigue una licencia de conducir. Los requisitos (por si no los saben queridos lectores, o están en vías de tramitar la suya) son: una identificación oficial, un comprobante de domicilio y hacer el pago de los derechos, mismo que, según sé, asciende a $480. Cubiertos los requerimientos, se acude a cualquier módulo de la Tesorería y en poco tiempo se posee tan preciado documento. Entonces el sistema sí funciona ¿no? pues, ¿no nos quejamos siempre de la “tramitología”?
                Pero recordemos que no siempre lo fácil es lo mejor y lo digo yo, amigos, que trato de lograr el mejor resultado con el mínimo esfuerzo. En esta ciudad no se le exige al aspirante a obtener la licencia ni un mínimo de conocimientos del reglamento de tránsito, menos se le hace un examen teórico ni práctico sobre sus habilidades al volante: la técnica de los retrovisores, manejo en reversa, estacionarse, en fin, aunque jamás hayas conducido un vehículo puedes obtener el documento. Tal vez comencemos a explicarnos, sabido el dato, la estadística de 22,000 accidentes viales en el Distrito Federal cada año.
                De sobra saben que no soy particularmente respetuoso de las reglas, pero si hay una actividad que disfruto enormemente es conducir y me da rabia que la gran mayoría de las veces que lo hago, me doy cuenta de la imbecilidad de muchos automovilistas. Es decir, basta recordar a las “señoras con camioneta”, ¿quién no ha tenido un disgusto con ellas? Si no van con celular en mano, van maquillándose o buscando algo debajo del asiento.
                En el reportaje, para regresar al punto, un funcionario de la Secretaría de Transporte y Vialidad mencionaba que no se exigen mayores requisitos porque “se actúa basados en la confianza al ciudadano, no como en otros países que es mucho más difícil”, y encima lo dice con una sonrisa que denota orgullo por su espíritu libertario.
                Mi tolerancia a la estupidez es baja, muy baja y esa manera de pensar me hizo vomitar al instante. ¿Ese imbécil no ha visto que en los países retrógradas, imperialistas, capitalistas, burgueses donde se exigen mayores méritos para obtener el documento, los accidentes y las vialidades son mejores? Es una cuestión meramente lógica: si hubiera que demostrar talento, habilidad y conocimiento (lo cual pienso que es el único camino a tener una existencia que valga la pena) en ese tema habría varias consecuencias. Primero, los estúpidos o bien se desanimarían y optarían por el transporte público, o lo intentarías pero serían rechazados. Ello devendría en una reducción del tránsito por la sencilla razón de que no habría tantos carros circulando.
                Y perdónenme si alguien se siente ofendido cuando digo que muchos automovilistas son estúpidos, pero es la verdad. ¿Ejemplos? Sobran.
                Los hay que no entienden que el verde de los semáforos significa “avanzar” y el rojo “detenerse”. Otros, se hubieran ahorrado unos pesos si piden su auto sin luces direccionales porque tampoco saben para qué sirven (cambiar de carril e indicar rebase). Unos más no entienden que las vías rápidas se llaman así porque el tránsito es constante, fluido, sin detenerse. En fin, uno podría quedarse en la esquina más cercana y ver el flujo vehicular para darme la razón.
Incluso uno puede notar cuando alguien maneja un automóvil con transmisión manual y no sabe hacer los cambios y ah! me da coraje, si no saben ¡que no manejen!
                Alguno podrá decirme, “ellos también tienen derecho” y entonces yo lo vería con ojos así ¬¬ y pensaría que él o ella es uno de los que les ocurre lo de los cambios.
                Yo estaría dispuesto a poner en juego mi licencia y mi prestigio en un examen para ver si la puedo conservar o me la revocan. Creo que la cultura vial cambiaría, habría más civismo, respeto al peatón y a otros transportes como bicicletas o motocicletas.
                Por supuesto eso también debería aplicar a los transportistas, públicos y privados. Y lo digo porque la “raza de bronce” a veces se conforma simplemente con esgrimir la queja general y apuntar los cánceres que devoran el cuerpo de la nación pero nadie está dispuesto a admitir que también se es parte del problema.
                En fin, creo que las vialidades se beneficiarían enormemente si este procedimiento se siguiera, pero no se deben buscar “buenos conductores” o “conductores responsables”, no, yo creo que se deben formar conductores sobre todo “hábiles e inteligentes” porque aquello que debe amputarse de los que manejan, no son los celulares o los alimentos, es la estupidez que se propaga más rápido que gripe aviar.
                Pero, por supuesto, eso es una utopía y jamás se verá realizada, mucho menos en aras del año profético para los mayas y quizá también para nosotros, el 2012. Por tanto, buen lector, puedes olvidar este texto y pasarlo solo como una anécdota digna del Libro de los datos inútiles de Algarabía. Mientras yo seguiré disfrutando enormemente el conducir y haré gigantes corajes por los otros que no se mueven al ritmo que las vialidades y el solo sentido común, imponen.
                Y si la curiosidad les ataca, manejo desde los trece años y mi licencia es permanente.

20 abril 2010

¿Dónde se fue “mi sonrisa”?


Hoy más que nunca quisiera ser hijo de Cronos. Tener a voluntad control del tiempo, no sé si del lineal, o si del circular, aquel que Borges tanto idolatraba. Quisiera saber lo que se siente viajar por los instantes, a veces de regreso, a veces al futuro, y lo admito, mi interés no sería en absoluto científico sino muy, pero muy personal.
            Dejaría lo que fuera por lograrlo, dejaría mi carrera, mi trabajo, mi posible futuro, mi prestigio, incluso mi dignidad cedería. Como dice Joan Sebastian, “empeñaría lo más caro que tengo que es mi libertad”. Infortunadamente los deseos muy pocas veces truecan en realidades y este es un caso que se suma a las estadísticas, no importa que ayer haya habido lluvia de estrellas, porque juro que a todas les pedí fervoroso mi plegaria, y hoy, la realidad me tiró un par de dientes y mas de alguna lágrima.
            El pasado es aquella sucesión de decisiones que nos han llevado hasta este momento. Del mío no estoy muy orgulloso, preferiría estar en el sepulcro a poder escribir este artículo si ello hubiera logrado mantener el tesoro más precioso de mi vida, el cual, hoy, la neblina del cansancio ha escondido de mi vista.
            He perdido señores, la sonrisa más hermosa de cuantas puede haber en este mundo. La longitud precisa, la apertura de labios adecuada, alineación de dentadura, la mejor, e intercambio de amores, la que más. La he perdido, le he dejado escapar y no encuentro cómo detener el mar de sufrimiento. Quiero decir perdón, pero es insuficiente, no cabe duda que la voz termina yendo con el aire y al caer de las gotas, un vaso acaba por derramarse.
            No sé cuánto pueda observarse tras esa oscura niebla, pero quiero gritar que no importa la tormenta, el frío, los relámpagos, las olas, con mi remo maltrecho y mi barcaza errante juro ante Poseidón y siete mares, que he de brindar mi vida por ver tan blancas perlas. Más valiosas que el oro, más que la plata blanca, más que mi hermosa, luna, más, más, más.
            Fue error imperdonable dejarla descuidada, lo sé, lo reconozco y quisiera cambiarlo, pero no siempre querer es poder. Hoy me encuentro a oscuras, a la deriva en un océano que mis lágrimas han formado, testigo salobre de mi desesperación. ¿Habré de morir en el intento? Bien lo vale, mi vida no es ya nada sin su brillo. No importan otras cosas, no hay placeres vivo, sólo la oscuridad y el mar que ruge. Mi barca es de madera pobre, no de fino nogal, ni de rica caoba, apenas alcanzó del viejo pino; no tengo remeros, yo tengo que luchar contracorriente aunque canse los brazos, la esperanza dará fuerzas nuevamente.
            ¡Tonto de mí! Maldigo la hora en que dejé de procurarla, y me lamento en lo profundo por no comerla a besos, por no entregarle el verso, que ella merecía. Y peor es el dolor que me atormenta, la sospecha hiriente, que un ladrón la ha robado, vil malandro, regresa mi sonrisa, mi cáliz de la vida.
            Si he de armarme, harélo hasta los dientes, defenderé su resplandor lunar. Escudo en la siniestra, y en la diestra mi espada, armadura pulida y una daga en el cinto. Matar o morir, no habrá condescendencia.
            Mi grito de batalla será su dulce nombre, “sonrisa, mi sonrisa”, no ha de ser de otro hombre. Invocaré a Quijano y solicitaré consejo a don Ruy y don Rolando. Del Cervantino  aprenderé el honor, la hidalguía y evocaré a Dulcinea en mi sonrisa, quizá la mía sea una figura más triste que la del Manchego. A don Díaz de Vivar le hablaré en el exilio, pediré su consejo para aguantar la expulsión de la tierra bienamada, aprenderé como en la distancia, aprendió a procurar a su Ximena. De Rolando aprenderé la lengua, y la transportaré al sentimiento para decir  « Je t´aime ma belle sourire » « Où est-ce que vous êtes? » porque fué aquella lengua parisina la que logró conocer a mi extraviada.
            Igual acudiré a la poesía, para cantarle mi dolor y pena, mi tristeza, mi llanto, mis heridas, porque ella no está junto a la mesa. Sabines le dirá “una mujer y un hombre un día se aman”, y ella entenderá los dos papeles. Benedetti será un cómplice que susurrará en su oído que “mi estrategia es más sencilla y más simple” y en este caso rogaré como nunca “que un día cualquiera por fin me necesites”.  Gutiérrez Nájera ojalá me contagiara su hemofilia y pudiera yo terminar con un degüello, pero no será el caso; me enviará como ayuda algunos versos para decirle que ella es más que mi Duquesa Job.

¡No hay en el mundo mujer más linda!
Pie de andaluza, boca de guinda,
esprit rociado de Veuve Clicquot ;
talle de avispa, cutis de ala,
ojos traviesos de colegiala
como los ojos de Louis Theó

Y si no escucha esos ripios habré de enviarle “Mis enlutadas” después de que la muerte me alcance o de que yo me apresure hacia ella. Voces de Nervo, de Diaz Mirón y López Velarde quisiera completaran el corillo que pudiera a su alcoba llevarle serenata, pero ella no escucha bien en español cantado, prefiere la lengua Shekaspeareana, por eso cantaré “I´m sorry that I hurt you, it´s something I must live with, everyday[...] I´ve found a reason for me, to change who I used to be, a reason to star over new, and the reason [obviously] is you”.
            Mis brazos no se agotan de remar, aunque el océano amenaza con tragarme, si he de morir en altamar que sea por su talle. La he amado cual jamás se ha concebido, ni Romeo y Julieta, ni Tristán con Iseo, no Oliveira y La Maga. Nadie ha podido imaginarse el amor que le profeso, quizá ni ella misma lo sepa todavía y la amo, la amo, la amo y cuanto más lo pienso más la extraño.
            Recuerdo cuán feliz era a su lado, algo sabía Neruda que bien lo sentenció “es tan corto el amor y es tan largo el olvido”, pero no quiero olvidarla. La he extraviado pero confío en que habré de hallarla, puede que en manos en malévolo impostor, mas lucharé sin tregua hasta volver a abrazarla. Soy necio pues soy hombre, como dijo Sor Juana, pero más necio es el pecho que bate en su busca. No admite que la olvide, y es él quien me conduce, yo sólo sigo el rumbo.

Yo quisiera salvar esa distancia
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia 
mística y rara que tu ser despide.

Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes;
yo quisiera en el cielo de tus brazos
beber la gloria que en tus labios tienes.

Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a bañarte
para poder, como lo sueño a solas,
a un mismo tiempo por doquier besarte.

Yo quisiera ser lino y en tu lecho,
allá en las sombras, con ardor cubrirte,
temblar en los temblores de tu pecho,
y morir de placer al comprimirte.

¡Oh! ¡Yo quisiera mucho más! ¡Quisiera
llevarte en mí como la nube al fuego,
mas no como la nube en su carrera
para estallar y separarnos luego!

Yo quisiera en mí mismo confundirte.
Confundirte en mí mismo y extrañarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
convertirte en perfume y aspirarte.

Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos.

Aspirarte en un soplo del ambiente
y así verter sobre mi vida en calma,
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el éter de lo azul de tu alma.

Aspirarte mujer.. De ti llenarme.
Y en ciego, y sordo y mudo consagrarme
al deleite supremo de sentirte
y a la dicha suprema de adorarte.



El futuro es incierto ahora que no la hallo. ¿Qué hacer con la ternura? ¿Con los besos? Debí dárselos todos pero el tiempo se ha ido, ella estará brillando, quizá para otro nido. ¡Ay de mí! y de mi necio corazón, yo no sé cuánto tarde, en cerrar la estocada que con este extravío, se me ha abierto en el pecho. Me sangran las costillas, la carne, las ideas. La extraño y la lloro, la busco y no la encuentro. ¿De qué sirven los planes si no son junto a ella? ¿De qué me sirve el mundo, si mi mundo era ella?
            El piso de mi casa se lamenta pues sus hermosos pies ya no acarician su rugosa cara, ya no lo pulen con sus giros “en dehors et en dedant”. Extraña mi bitácora melódica, esa la su canción “qué locura enamorarme de ti” que fue todo menos locura, pues ha sido el instante en que más cuerdo me he visto. Prendo el iPod y la lista de canciones es interminable, si habré de borrar las que me la traen a la memoria, valdrá más tirar el aparato y renunciar a la música por siempre. ¿Bailar? ¿Qué caso tiene? Si es ella a la que mis manos se amoldaron, su cadera sugiere, y sus pies son de diosa.
            Cantar pues, ya tampoco, ¿a quién dedicaré mis sentimientos? Ya todo en mi camino tiene un tanto de ella. Pensé en alcoholizarme, pero será más duro apenas el efecto se me pase. Todo lo que pienso hacer para evitar la dolorosa despedida, me resulta perturbador pues ahí la veo. Películas a las cuáles quiero cambiar de nombre, ya no “París te amo” sino “Sonrisa, te amo”. Mi ropa, mis escritos, los libros, las fotos, los videos, regalos, aventuras, escapes, la comida, las aceras, el café, el baile, la guitarra, Dorotea y Robotina, Sofía, Metepec, Cuernavaca, Veracruz, el metro, Periférico, el edén, la facultad, los discos, el fútbol, no hay nada que no lleve una letra de su nombre.
            Si pudiera escucharme le diría, que aprendí de su mano que el amor puede todo, que si bien he fallado por culpa de mi soberbia, haré de todo para demostrarle que el destino no es otro sino que estar de la mano, no importa quien pretenda interferir con la historia.
            Seguiré en primera fila, para ver tus andanzas, te veré bailarina, que sólo eso me falta. Te dedicaré mi vida, mas allá si hace falta, yo sé que es muy difícil, pero habré de lograrlo, o en el intento muero, o sin ti ya no vivo. Las flores serán testigos quizá de incómodos encuentros, no obstante cumpliré la promesa de no exasperarme mucho. Acudiré a admirarte, te gritaré y aguardaré como siempre, tú me dirás si es mi turno, o esa ocasión me lo pierdo, la fortuna de invitarte, o es turno del aspirante.
            Atesoraré por siempre la intimidad en tu cuerpo, y juro ante todo el pueblo, que volveré a tocarte, a acariciarte las piernas y a navegar en tu pelo, a regodearme en tus curvas y el éxtasis en tu sexo. Te amo por tantas memorias, te amo por lo que nos falta, te amo y aunque haya obstáculos, confío en reencontrarte.
            El tiempo, ya me di cuenta, resulta irrecuperable. Si fallé y te me fuiste, lucho ya por que retornes, por un beso solamente, por recostarme en tu pecho, por acariciar tu cuello, por verte crecer conmigo, porque quiero protegerte y que tú me adores tanto, tanto como lo has hecho y no quiero sepultarlo, antes me ensogo del cuello que perder sin intentarlo.

24 enero 2009

Breviario sobre las citas...

Breviario sobre las citas, por (mi buena amiga) Lí-Sing

A raíz de las últimas 350,458 cartas recibidas, se ha decidido publicar una guía que sirva de consejo para aquellas mujeres que tienen severas dudas sobre su siguiente cita, ¿cómo será? ¿estará interesado en mí? y muchas más. Ante esta terrible situación, la eminente Lí-Sing, ha elaborado una serie de útiles puntos a considerar para tal efecto.

Usted, mujer, amiga, colega, no debe salir con alguien que encaje en alguna o varias de las siguientes condiciones.

a) está casado
b) está comprometido
c) tiene novia
d) es gay
e) es bisexual
f) es drogadicto
g) tiene mamitis
h) no es limpio
i) es medico (bueno aquí se puede fingir demencia)
j) es psiquiatra
k) es un cusco
l) quiere besarte como desesperado o llevarte a la cama la primera cita
m) es Diego
n) es Chucho
o) es alexander... bueno los nombres pueden cambiar
p) es novio de alguna amiga
q) es mara salvatrucha
r) es narco
s) es político
t) tiene herpes labial... imagina si así tiene la boca
u) es tu mejor amigo
v)su psiquiatra sea mejor que el tuyo
w)le queden los pantalones mejor que a ti
x) No sepa usar internet google hi5 facebook y windows mobile

...El uso del documento es bajo su propia responsabilidad, no es recomendable para fenilcetonúricos, hipertensos ni personas fácilmente alterables...