Qué será de esas cosas que sirven de poco más que de adorno en el entorno de la vida nacional mexicana, cosas que más parecen estorbarnos que ayudarnos y sin embargo, cuando la situación lo amerita, podemos sacarles provecho y escapar de las mismas autoridades emisoras: las leyes.
Parecería mentira todo esto que digo si se toma en cuenta el año en el que nos encontramos con los festejos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución, esta última que nos otorgó la Carta Magna que rige todavía la vida nacional.
Sin embargo, de algún modo los mexicanos encontramos siempre un resquicio en las normas o, por nuestra naturaleza divina, consideramos que aplica para todos en el país excepto para nosotros. Ello es si tomara parte por la jurisprudencia y argumentara que el ciudadano es el problema mayor de todas las sociedades.
Pero hay que ser sincero al menos una vez al día y este momento es el que yo aprovecho para tales fines. Mucho de estas actitudes, si no es que la mayor parte, tiene la culpa el espíritu de las leyes, y no me refiero a aquel gran texto escrito por Montesquieu, sino al espíritu con que muchas de las leyes mexicanas se formulan: con incongruencias, con argumentos endebles, razones absurdas y de trasfondo, un poder legislativo más parecido a la la Rebelión en la granja de Orwell que a un parlamento.
Esto fue lo que pasó con el famosísimo Registro Nacional de Usuarios de Telefonía, el RENAUT, que entró en vigor en el 2009 y cuyo fin era elaborar una base de datos con la información de los usuarios de telefonía móvil so pretexto de que con ello disminuirían los números de extorsiones telefónicas, amenazas y demás delitos relacionados con llamadas.
Ya desde el principio se notó que los legisladores tienen todas las buenas intenciones pero ni una pizca de previsión, por no decir de inteligencia, pues no sólo se trata de elaborar el texto y lanzarlo a la votación de tanto sátrapa en el congreso. No, además, señores diputados y senadores, hay que establecer las bases de infraestructura, de convenios con las empresas prestadoras de servicios de telefonía móvil, modos de resguardo y confirmación de veracidad de la información registrada, y todos esos puntos que no pensaron al calor de la alegría por su buena acción del día.
Así, cómo no pensar que aquello se convertiría en un circo. En principio no había control sobre si los datos serían revisados o simplemente bastaba con registrar cualquier nombre.
Ah, pero se les ocurrió entonces que habríamos de registrar el CURP, y entonces las redes sociales hicieron lo suyo y comenzaron a circular Claves de eminentes personalidades del país con las cuales podíamos ingresar al Registro. Todo ello un poco como muestra de desconfianza y de inconformidad en la disposición.
Y es que, si hemos de aceptarlo, la medida fue impuesta sin mayor explicación de sus ventajas o sus beneficios posibles. Quizá se logró un setenta y cinco por ciento de usuarios registrados pero más fue por la amenaza de perder la línea telefónica que por verdadera convicción de que ello mejoraría la situación o la percepción de seguridad.
A todo esto, el pasado sábado diez de abril de 2010 fue la fecha límite de registro y el Apocalipsis telefónico parecía acercarse y nuevamente las leyes triunfaron sobre las leyes.
Las dos compañías de telefonía móvil más importantes del país interpusieron el recurso de amparo en contra de la suspensión de las líneas telefónicas de aquellos usuarios que no hubieran podido registrarse. El recurso prosperó y, ¡bendito sea el endeble y corruptible sistema mexicano!, gracias a ello mi línea todavía funciona. Así de grave y de serio fue el asunto del RANAUT, que, como boxeador vapuleado, amenaza con regresar pero ahora sí en serio.
Señores legisladores, dejen de inventar el hilo negro y de utilizar demasiado sus cerebros: la inteligencia es una habilidad que se adquiere con los años, no pretendan ser iluminados en temas que ni pronunciar bien pueden. Como el grueso de los mexicanos, no confío en ustedes, no siento que me representen, no los elegí. Recuerden que son Servidores Públicos y hasta donde yo sé eso significa que deben servir al pueblo, cosa que no se ve.
Ya no les pido que regresen todos los ingresos superfluos que reciben sin merecer. Sólo quiero que se pongan a trabajar, aunque sea una vez en su vida, y no inventen organismos cuyos cimientos no hayan bien podido establecer.
El RENAUT seguirá siendo un circo, la extorsión seguirá y entonces ¿qué más se les ocurrirá?
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