Encuentro tu rostro entre los sueños y me repito la pregunta de por qué no habrá podido ser. Me hubiera encantado vivir contigo cada día, pero el destino es cruel, y, por desgracia, también definitivo. Tu y yo fuimos grandes amantes, grandes de verdad, pero resulta que no fuimos el uno para el otro, lo vi en tu mirada cuando la tristeza la llenaba de lágrimas, yo leía un nombre que se derramaba, pero no era el mío. Qué lástima, pero así es y nada puede hacerse...
Así iniciaba la carta, esa que nunca pude entregarle porque jamás fue terminada, una carta dirigida para la mujer que no fue la de mi vida, a pesar de esforzarse tanto y de valorar esos esfuerzos con un cariño profundo y sincero, incluso llegué a amarla, por momentos. La amaba casi siempre cuando la luna llena dibujaba sus formas con un áurea platinada, la amaba por su risa,por su pelo, la amaba por partes pero aunque lo intenté, no la amé completa. El todo me causaba vértigo y tenía que escapar.
Cuando se fue la primera vez, sentí un dolor terrible en el centro del pecho, como si me hubiera quitado otra costilla que no es la bíblica. Y me quedé con el dolor y la enorme cicatriz. Esa mujer que no fue la de mi vida me ha enseñado tanto, me enseñó que el amor es un ideal y hay que perseguirlo como las revoluciones, y es igualmente salvaje. Sangre, sudor y lágrimas.
No niego su belleza, era total, dolorosa, enfermiza. Me parece haberla visto pintada ya desde el pasado, en un Caravaggio o en un sueño. Se extrajo de un óleo tal vez, era la concreción de la belleza decimonónica, pálida y blanca, enferma, cuasi moribunda, pero con cuánto dolor la recuerdo. Caminaba tranquila y volátil, fantasmal podría decirse. Pudo ser de Canterville, no tengo certezas, sólo recuerdos, y una carta que no termina de escribirse.
Me hubiera gustado ser para su vida, que ella fuera la mía, pero insisto que algo no lo permitió. Ella rompió los números de mis antiguas novias, hizo corajes tantos, y se equivocó muchísimo. Me enseñó que el amor no es eterno, que las personas somos harto complicadas, que no quiero pasar mis días ante la tristeza infame del desamor, me hizo darme cuenta de que el mundo tiene que vivirse diferente, y en ese darme cuenta, sin querer, la fui alejando. Porque ella me mostró todos los vicios que yo no deseaba para mí, pero lo que no tomaba en cuenta es que me los mostraba a diario porque se concentraban en ella... Así la perdí.
Pero merece ser memorada porque sin duda fue especial, llegué a soñar con ella más de dos veces por semana, dejé de llamar a las hot-lines y de buscar compañía en viejos o nuevos amores... La quise mucho, y puede que en mi soledad la recuerde porque aún la quiero, no lo sé y mejor que quede así, en paz.
Salvo el nombre -que sobra-, todo esto es para ella, porque los recuerdos no se mueren y ella, la mujer que no fue la de mi vida, merece saber aunque no sepa.
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