Al final de la tarde, cuando ya la tranquilidad se hace presente llegas invariablemente. Llegas y sin preguntarlo invades mi memoria, mis recuerdos y los haces vibrar sin que lo pueda evitar y ¿cómo hacerlo si eres la mano más perfecta, el gesto más afable, el talle más preciso y el beso más deseado? Se supieras cuánto me haces falta cuando no es la tarde, cuando es el ocaso, cuando es el caos... porque el miedo y el ansia me invaden irremediablemente y tú no estás allí, entonces te extraño con el cuerpo, con la voz, con la mano y con la tinta.
Pero me puedo esperar un par de horas sólo para oler tu perfume doblando en la esquina, el vestido azul con flores elevarse levemente con la brisa que lo ataca desde abajo y descubre tus piernas sempiternas. Cierro los ojos e imagino tu sonrisa refrescante y lozana, la que ilumina la cuadra, la que me envidian los colegas, la que el escultor no puede evitar y mis líneas no agotan sino renombran en acumulación adjetiva y coordinaciones intensivas.
Si entonces tu piel caliente me ataca desprevenido con un beso... el mundo se me acaba y vivo el paraíso mientras nuestros labios se toquen, y que lo digas, te amo y te amo más cuando como ahora, vienes llegando
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