"Me amas?"...justo esas fueron las palabras que escogió ella para él, justo esas, en ese instante, en ese lugar; incluso puede ser que consciente de la respuesta que podía recibir. Sus ojos se cruzaron un momento pero ya no como lo hacían antes, ya no con esa llama en las pupilas de dias pasados.
Ella dudó un segundo y luego sujetó las manos de Tristán, las aprisionó entre las suyas y repitió la pregunta con la misma paciencia, pero con algo menos de seguridad. Quizá la primera vez había sido una cuestión de rutina, para obtener ese "sí" tan mecánico al que se había acostumbrado, pero esta segunda vez, realmente lo decía con esa interrogativa que causa incertidumbre por aguardar lo desconocido que será revelado.
Tristán sentía que el pecho le latía fortísimo, no sabía como responder a esa pregunta el día de hoy, justamente hoy... quizá si lo hubiera preguntado hace unos días, quizá entonces habría resuelto decir "sí, claro que te amo", pero como responderle algo que él mismo se había estado preguntando por la mañana... Lo único que podía hacer era guardar un silencio respetuoso un poco por perturbación, otro tanto por duelo.
Levantó la mirada y sintió que los ojos se le humedecían, ella también lo notó y fue algo contagioso; casi en un susurro ella preguntó de nuevo -Me amas? pero en su mente quería terminar "dime por favor que todavía me amas"...
Él agachó la cara hacia la mesa...apretando los ojos, con el corazón latiendo fuerte y el sudor de la frente confundido con las lágrimas que se escapaban...-No, lo sé -sintió que las manos de Matilde se soltaban. -Creo que ya no estoy seguro...
Matilde soltó sus manos, las lágrimas le brotaban como ríos y los ojos enrojecidos miraban incrédula a Tristán, pero no emitió un solo quejido, ni una mueca de sufrimiento. Con todo su orgullo, se levantó de la mesa, acomodó su silla y metió una mano al bolso. Tristán ni siquiera había levantado la cabeza, le bastaba con imaginar...
Matilde al fin encontró lo que buscaba, sacó un revólver del bolso Louis Vuiton y sin remordimiento vació cada disparo sobre Tristán, que, como ella, no hacía el menor aspaviento, recibiendo como penitencia ese castigo que le quemaba la piel y lo dejaba sin sangre...
...Cuentan los testigos que la joven fue encarcelada pero que nunca dejó de llorar, y que en las noches, entre sueños siempre preguntaba -Me amas?...
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