23 junio 2008

Pasadena en busca de la esfera de la Atlántida

Casi daba la media noche en catedral, el viento frío se metía hasta los huesos y no importaba la taza de café que había comprado minutos atrás. Estaba quieto, de pie en la esquina de 2o de Noviembre y Donceles, desde allí vigilaba los movimientos. Hacía cerca de dos horas que el sospechoso entró al edificio del frente y no tardaría mucho en salir.

Aquel día llevaba la gabardina negra y un paraguas largo, llevaba también su revolver del lado derecho con seis tiros cargados por cualquier eventualidad y algunos más guardados en la bolsa de la gabardina. Del lado izquierdo traía su paquete de cigarros, y un Zippo, además de una navaja muy filosa.

La noche estaba oscura y el agua no cedía, llovía incesantemente pero con poca fuerza. Había dejado el auto cerca de Bellas Artes para seguir a aquel tipo.

Por fin, un muchacho de unos veinte años, veintidós a lo más, salió del edificio con una cara pálida de espanto, atravesó la avenida y se veia muy nervioso. Torpemente sacó un cigarro del bolsillo y trató de encenderlo un par de veces, no pudo porque la mano le temblaba demasiado, así que lo arrojó al piso con furia y siguió su camino.

Pasadena no hizo nada muy evidente, de manera calmada siguió al muchacho a una distancia prudente, con el rabillo del ojo vigilaba los movimientos de aquel mozuelo. Llegaron hasta Pino Suárez y el inspector decidió que era tiempo de hacerle algunas preguntas al chico, atravesó apretando el paso la calle y penso que en la siguiente esquina lo toparía de frente, llevaba la mano sobre el arma y las esposas listas.

-¡Detente Tovar!- gritó Pasadena, pero el muchacho al verlo comenzó a correr hacia los callejones tan rápido como podía. Javier lo persiguió sin perderlo de vista un rato más; cuando se dió cuenta habían llegado a Televisa Chapultepec, allí Tovar intentó meterse al metro para huir del inspector.

-¡Detente te digo!- volvió a decir Pasadena en plena carrera.

Antes de que pudiera cruzar la calle hacia el anden del metro, un Honda Civic negro se emparejó en el semáforo con el chico y se vió una ráfaga de disparos que terminaron con la vida de Tovar. El inspector se cubrió detrás de un macetón y aunque intentó disparar al auto, éste aceleró y sólo se escucharon los tiros que jamás impactaron al vehículo.

Corriendo, Pasadena alcanzó al joven e intentó reanimarlo.

-Despierta Tovar, no te vayas, vas a estar bien.

-No inspector, los dos sabemos que ya me cargó...

-¿Quién fue hijo? ¿Quién te hizo esto?

El joven, tosió y escupió un coágulo de sangre.

-Fue el Gunter inspector, porque no quise entrarle...

-¿Entrarle a que?.

Pero Tovar ya no respiraba, y los ojos se le comenzaron a nublar. Pasadena los cerró, tomó su celular para llamar al SEMEFO y se fue de allí dejándo su sombrero sobre el rostro de Tovar a modo de homenaje...

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