09 diciembre 2012

Fines de semana. Imposibilidad 2


En el cuerpo, tu aroma, eternizado;
en la carne, tus uñas, enterradas,
en la calle, tu risa, memorada,
en mi sexo casual, está tu sexo.
Pero en ese resquicio que te busco,
cuando me he acostumbrado a tu presencia,
cuando creo que dio frutos la paciencia,
ahí,  en ese sitio
no hay nada.
M. D.

Tengo el total deseo de tus labios
en mis labios deseosos de pasiones,
el pertinaz hallazgo de tu cuerpo
a medianoche
sobre mi pecho, en amatoria sentencia.

Tengo tus manos firmes, amarradas;
entrelazadas van nuestras falanges
hacia las lindes do el futuro yergue
su azarosa mano
en sedeña historia, que a ambos nos compete.

Está, también, el juramento
dicho desde tu impecable boca,
el asidero de todo lo inasible,
las palabras dadoras de existencia
a lo infundado;
lo imaginable,
lo innombrado que vino en tu presencia.

Tengo el cuerpo cubierto de tu aroma,
repletas cajas de fotografías,
tengo las noches, en teoría, vedadas,
cuando escapamos
a donde las miradas no pudieran hallarnos,
porque el mezquino envidia,
porque el celoso asfixia.

Hubimos varios e instantáneos besos,
y todo el erotismo
que vino por los siglos de los siglos,
y nuestras desnudeces suaves
terminadas en los amaneceres.
El ritmo sinfónico y sincronizado
de los cuerpos
cuando se batallaban. Y las miradas claras,
constantes y sinceras,
y los gritos de paz para las guerras.

Tengo cada certeza que me diste,
cada miedo al fracaso y la osadía
que tenías planeada,
desde pasadas eras.
Tengo tu férreo ánimo creciente
y tus caderas, firmes cual montañas,
tus eficaces lances, cual guadañas
que partieron mi pecho enloquecido
por tu causa.
Tu valentía, también tu valentía,
tu rebeldía y tu carácter fuerte,
esa inocencia que viene con tus ojos
y todo el llanto que hubiste derramado.

Tengo el perro, las cartas, la cerveza,
el vaso de café, las servilletas. Tus zapatos,
los rojos, los de mayo; y todos tus enojos numerados.
La guitarra, la tarde en que paseamos,
los viajes, los boletos, los desvelos;
los duelos,
las albricias, los festejos…

Todo de ti y de mi; yo lo conservo.
Pero siempre han quedado impresentes,
en deuda, sin llegada,
los fines de semana.

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