30 noviembre 2012

Imposibilidad I



Quisiera no cantarte tanto,
tanto como lo dictan mis latidos,
tanto como los tantos pensamientos
como tanto recuerdo tu recuerdo.

Quisiera separarme, aciago,
y poder abstraerme de tu nombre,
soportar los estragos del deseo:
el deseo de tu cuerpo,
orfebrería mayor de nuestro tiempo,
que me aprisiona todo el erotismo
y lo deglute, voraz, en cada beso.

Si hubiera la ocasión para el escape
emprendería el viaje de regreso,
porque el miedo también es pasajero
y me deja porqués
en el viejo maletero.

Pero luego tu voz
y tu sonrisa
y tu negro cabello,
catarata sedosa y descarriada,
y los ojos profundos, sin secretos.
Pero también tu cuello
y el espacio que curva, tan sensual,
los lindes de tu espalda.
Además la cadera que bate al menor ritmo,
además lo que sueño,
además lo que omito.

Quisiera no desearte tanto,
no mirar desde lejos, tanto tiempo,
no vedar mis esfuerzos de acercarte
y volver tras mis pasos.

Quizás si fuese sólo de ese modo
las coincidencias no nos comerían,
y no perturbarían las costumbres
que se han delimitado de hace tanto.

Pero ante mi deseo de evitarte,
de pronto nos cruzamos las miradas:
los dos silencios,
no fueron necesarias las palabras
pero entendimos, pues,
que hay cosas que se callan.

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