21-08-2012
Chez-moi
Esas
palabras huecas
escuchadas
desde tantas gargantas,
esas
palabras que sirven para el ego
pero no más.
Palabras que
son prefabricadas,
aunque ellas
no lo sepan,
aunque, de
verdad, crean que les son propias:
a sus bocas,
a su carne,
a su idea…
Voces vacías
que les imposto,
por malsana
costumbre
o por
crueldad,
ideas que
elucubro de noche,
refugiado en
la sombra
para mi goce
temporal
y festejar
mi genio.
La sensación
extraña de poder inventarles realidades,
imágenes de
mí
estereotipadas,
hechas sobre
pedido
para cada
necesidad,
o
anhelo,
o
deseo.
Moldear con
la ficción los alter ego;
injertarles
patrones recortados
y mirar, de
lejos, su respuesta.
Diagnósticos
iguales y
perfectos.
Sonreír por
el éxito obtenido
en cada
experimento.
Esas
palabras vacuas
que ya no
satisfacen suficiente.
La droga de
probar
que la
semántica y el tiempo,
los dos, son
relativos.
Palabras que
me cubren de halagos,
de besos,
caricias,
encuentros,
ansiedades,
y
me dejan desnudo
mirándome al
espejo,
enmudecido…
palabras que
no sé emitir yo mismo,
y requiero
gargantas circundantes,
para llenar
mi cuórum
y matizar lo
solo que me siento.
Esas
palabras huecas que retumban
en las
paredes altas que me invento
para estar
alejado,
para no
involucrarme en igualdad,
sino sólo en
ventaja,
sólo en
suposiciones alevosas…
esas
palabras huecas
que hoy
me han
hecho
llorar.
Alevosía, se llama. Falta de justeza, le dicen otros... Contundente, desalentador, pero real.
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