Y fue que desperté, ya por
designio, con el sudor rodando por la frente. Estabas tú, te juro mis palabras:
estabas. ¿O era acaso que, en el sueño, te inventé? No sé si Maga, si Teresa,
si Isolda o si acaso inominada…
Apareció primero tu calor, esa
era tu esencia y no había más, sólo la esencia. Conforme despertaba me nacías,
el pecado y el cuerpo me llegaron, te fueron, nos dieron la circunstancia
cómplice: a ti para nacer, a mí para creerte. Y se vino el agua de la lluvia,
entre la oscuridad nocturna y mi abulia… la lluvia te pulía de las formas, los
muslos y las piernas, las manos y los labios…
Sopló Eolo suave, con el frío
suficiente para acercarme más, al sueño, a tu sueño. La ropa fue lo último en
llegarte y se humedeció al instante. El cabello formado hebra por hebra, te
rodeaba la cara y elevabas los ojos: me mirabas. Y quise justo entonces que
acabara, porque tu pretensión corporeizante derribaba la univocidad de mi
deseo: nombrar da la existencia, el verbo es el SUM.
Despierto para dejarte encerrada
y no te pienso, ni te nombro… ni te lloro, no siempre. Lo de hoy: despertar con
sudor y enternecido, es mera casualidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Un agradecimiento por ingresar a estos vericuetos y dejar un mensaje...