Entre el retumbo de tormenta llegas,
con tu elegancia y firme devaneo.
Abres las alas, fuerzas el deseo,
y por entero, el batallón, doblegas,
de los pensares que de ti poseo,
donde sensual, con tu cabello juegas,
y en el cenit del sentimiento pegas,
ángel que regalóme el jubileo.
Muestras los rizos de nocturna estampa,
con los cuales pudiera suicidarme
si fuese tal tu voluntad. La trampa
que nace de tu cuerpo pontificio,
la tomo por sepulcro si requiero,
por un beso, ofrendarte un sacrificio.
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