19 junio 2009

Llegas

Al final de la tarde, cuando ya la tranquilidad se hace presente llegas invariablemente. Llegas y sin preguntarlo invades mi memoria, mis recuerdos y los haces vibrar sin que lo pueda evitar y ¿cómo hacerlo si eres la mano más perfecta, el gesto más afable, el talle más preciso y el beso más deseado? Se supieras cuánto me haces falta cuando no es la tarde, cuando es el ocaso, cuando es el caos... porque el miedo y el ansia me invaden irremediablemente y tú no estás allí, entonces te extraño con el cuerpo, con la voz, con la mano y con la tinta.

Pero me puedo esperar un par de horas sólo para oler tu perfume doblando en la esquina, el vestido azul con flores elevarse levemente con la brisa que lo ataca desde abajo y descubre tus piernas sempiternas. Cierro los ojos e imagino tu sonrisa refrescante y lozana, la que ilumina la cuadra, la que me envidian los colegas, la que el escultor no puede evitar y mis líneas no agotan sino renombran en acumulación adjetiva y coordinaciones intensivas.

Si entonces tu piel caliente me ataca desprevenido con un beso... el mundo se me acaba y vivo el paraíso mientras nuestros labios se toquen, y que lo digas, te amo y te amo más cuando como ahora, vienes llegando

Se acabó la Filología

Simplemente estoy feliz de que la Filología no haya sido más que un mal trago de la carrera porque ya no doy una,de verdad creo que la manera de uorturar mentes inocentes ha evolucionado y se llama Filología. Es algo complejo pero hoy que terminé mi examen práctico, y el martes que finiquité el teórico me siento más que feliz de que ya sea parte del pasado, de la historia, porque no sé que haría si tuviera que aguantar más tiempo con la yod, la waw, los grupos consonánticos, Malkiel, Lapesa, Menéndez Pidal, Mayer Lübke, Orr, Díaz y Díaz, Alatorre, Carmen Pensado y los demás que afortunadamente haya olvidado...

No hubo manera más efectiva de matar el poco o nulo interés que pudiera haber tenido sobre la historia de la lengua española que leer la Historia de la lengua española de Rafael Lapesa y tener que resumirla, ni pude hacerme más pelotas con el tratamiento de la f que con Carmen Pensado, en fin...

De la clase no me quejo, me gustó, me ayudó, me amplió el léxico, sin embargo entendí que no puedes hacer filología si no naciste o viviste mucho tiempo en un ambiente español pueblerino pues del 100% de las palabras con las cuáles nos examinaban, no conocía cerca del 60% y del otro 40% muchas las registraba correctas por mera intervención del azar.

Por lo demás, me alegro de terminar la materia, ojalá no me la tenga que volver a encontrar porque de otro modo mi sufrimiento será no sólo por el reencuentro sino por el olvido que es la única constante que mi mente preserva...

12 junio 2009

Apología de lo cursi

Apenas ayer en clase de literatura se establecía un ataque frontal contra lo cursi en un cuento de Julio Cortázar, "Anillo de Moebius", lo cuál me hizo recordar que a últimas fechas y sobre todo en círculos de los llamados "intelectuales" se ha desprestigiado cuando no aberrado la cursilería y no es que en particular me moleste, sinceramente jamás me he sentido incluso en dichos grupos, sin embargo el placer de la cursilería me motiva a intentar aunque sea una leve reivindicación ante los ojos del mundo.

Y es que la cursilería no es un trapiche cualquiera que sirva únicamente para exagerar hasta el ridículo el tema universal del amor, creo más bien que lo cursi responde a un estado de ánimo particular, muy particular y quizá sea por eso que tanto se le demerita, me refiero a que cualquiera que alguna vez haya sentido la emoción de un primer amor llegó a ser cursi. No significa que el poeta amoroso sea por antonomasia, lo es por momentos como puede ser trágico, cómico o dramático. Jaime Sabines gusta entre el grueso de la gente sí, por sus poemas amorosos (que yo podría considerar cursis) además de que, en apariencia, son extrremadamente fáciles de leer y/o aprender; sin embargo si leemos Algo sobre la muerte del Mayor Sabines, podemos ver en un texto mucho más elaborado que el amor no sólo se expresa exacerbado cuando se le canta a una mujer, también cuando de un familiar se trata y ahí no se condena o se etiqueta.

A qué me refiero, bien, lo que intento revocar es la tesis de que todo lo exclusivamente amoroso o que implique un sentimiento romántico al estilo de Werther sea cursi, sinceramente siento que se ha tipificado de este modo por un exceso, sí, de pseudorománticos que hacen del poema de amor una caricatura de lo que realmente tiene para ofrecer, pero creo que lo amoroso es un tema por de más rescatable y digno para trabajarse. Quién de ustedes se atrevería a señalar el capítulo 7 de Rayuela como cursi: es uno de los mejores poemas en prosa que se haya jamás escrito.

Razón de amor y La voz a ti debida son dos ejemplos más de un tratamiento portentoso del tema amoroso: Pedro Salinas descubre recursos infinitos para referir lo que del pecho le sale, no en vano es uno de los mejores poetas españoles del siglo XX y el amor no es lo que lo convirtió en eso sino la forma de tratar el amor. Así como dijo el buen amigo Nava: "no hay nada nuevo bajo el sol, el talento está en la manera de tratarlo"; no puedo referir otra cosa al respecto.

Están muchos ejemplos más en la literatura: La devoción de Don Quijote por Dulcinea del Toboso; los amores entre Pietro Crespi y Amaranta que concluyen con la muerte del italiano, la dedicatoria "Soy un hombre de palabra" de La risa en el abismo de Oscar de la Borbolla, las vicisitudes del susodicho Werther, EL CARO VICTRIX de Efrén Rebolledo, y muchos más que desde sus trincheras particulares han tratado siempre con maestría el tema del amor y lo han hecho de verdad profundamente, pero ello no los sitúa en una situación de cursis o literatura fácil...

Últimamente se ha hecho costumbre que el amor sea tachado de cursi y no hago sino invitar a los propugnantes de tal mención que no universalicen porque quizá, más de uno, haya hecho los pininos literarios gracias a algún texto amoroso....

10 junio 2009

De los trabajos finales

Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh

Starbucks. Mi opinión

Recuerdo que la primera vez que entré a uno de esos cafecitos con logotipo verde y el dbujo de una sirena no entendí muy bien cómo demonios me habían convencido de hacerlo pues el esnobismo, y la gente demasiado fresa me provoca una irritación en la garganta y... bueno, lo consecuente no es bonito.

Pero decía que el primer día fue un "bueno, no está tan mal", por lo menos los sillones estaban cómodos y el aire acondicionado si rifaba para el calor, la segunda, "ok, se me antojó un café", a partir de la tercera, todas las cosas buenas que le había encontrado se fueron perdiendo y hasta hoy no se ha recuperado de la caída que no ha cesado (casi como la del avión de Juan Camilo en Polanco... que por cierto, también habré de contarles, pero en otra ocasión).

Y he aquí las razones porque no me gusta demasiado ir a un Starbucks.
Primero, porque parece que se clona, hace apenas unos años que llegó a México y ahora ves uno en casi cada esquina, la neta creo que debe haber variedad y el cafecito verde (como lo llamaré) apaña todo lo que toca; sí estoy de acuerdo que es la mercadotecnia pero no chinguen, hay más starbucks que bibliotecas.

Segundo, porque la gente fresa (niños o niñas tipo La Salle, Ibero, Panamericana, Anáhuac, similares y conexos... pff hasta la UVM, o la UNITEC) vienen a estos "centros de esparcimiento" a decir pura reverenda pendejada y se sienten realizados por aprender a pedir "correctamente" su bebida al barista, con sus veinte mil especificaciones, para luego sentarse y empezar a vomitar más y más palabras en protolenguaje parecido al español que curiosamente termina siempre, o casi, en una interjección bastante molesta "verdad we". No puedo tolerar a la gente que no piensa, y digo, está bien que yo crea que laa gente (la masa) es estúpida por antonomasia, pero hombre... hablo de una masa enorme, no de un grupito de tres o cuatro que bien pueden equiparársele.

Tercero, por el nombre de las bebidas. Según mi romántico entendimmiento, cuando uno va por un café, se aprende los nombres universales: Americano, capuccino, moka, latte, espresso... Pero en este establecimiento del demonio, maldita sea, toma más tiempo dictar correctamente la bebida específica que quieres y apra cuando terminaste de hacerlo, el barista o te corrige el acomodo de los elementos p. ej. Yo digo "dame un latte grande", él(ella) responde "grande latte"pffff... o la otra posibilidad es que te pregunte si quieres un sabor extra, si con moñito, con no sé qué... chingá! si ya escogí la bebida! Ah! y para colmo, si te aventaste una bebida magnánima como un "helado tazo té infusión de menta grande"; el pinche barista te repite el nombre al son de, "helado tazo té infusión de menta grande para... ¿cuál es tu nombre?".... Ahhhhhh ya sé lo que pedí estúpido, sólo pregunta el nombre. Total que tardas como diez minutos en que te tomen la órden.

Cuarto, los precios se me hacen exagerados. Quizá al nivel de los cafés estén a la par de marcas como Café Punta del cielo o Café Finca Santa Veracruz, o incluso Café The Coffee Bar, no lo discuto, pero en cuanto a la comida... no no no, los precios son excesivamente altos: un Panini (el que sea) debe costar alrededor de $50, y si se ponen a pensar verán que es un vil sandwich caliente por una cantidad que no manches. ¿cuándo te cuesta un subway? ¿cuánto una baguette? Les estamos pagando el nombre. Además, a juicio de mi paladar tampoco es tan buena la comida.

Quinta y última, porque la gente piensa "que le da estilo". Cuándo entenderá la gente que un lugar no te hace ni más, ni mejor, son las decisiones, las actitudes no el aparentar que vas a un café caro o a un restaurante igual, a pavonearte de que hablas con media papa en la boca y sales con tu café de Starbucks. Me caga, me enoja, me molesta muchísimo que la estupidez llegue a tal grado. si uno fuera un tanto más coherente, porque no dudo que los haya, iría simplemente porque quiere, no por demostrar nada, pero desgraciadamente e¿son los menos.

En fin, creo que al final no todo es culpa de la marca, tienen buenas cosas, el internet, el hecho de quqe puedas desparramarte por sólo un café, la música; pero el café que es por lo que en teoría debería uno ir, debo decir que no es nada sorprendente.

Así que ya saben... No pisen lo que esté de moda porque lo está, si lo van a hacer que sea por ustedes, y si ya no saben a dónde ir, hay mejores cafecitos en las colonias y más baratos. Ahí está bloggeros...

Puras malas invenciones

El señor Alemán de los Pastos siempre se había llamado así, por lo menos desde que yo recuerdo haberlo conocido (claro, las cosas no existen sino cuando las nombramos, así que antes no puedo estar seguro de que ese hombre no fuese sino un desconocido, ergo, inexistente). Lo encontré casi por casualidad en una de las aulas más iluminadas de la facultad mientras platicaba con un montón de sillas vacías (de haber sido Cortázar, y salvando las notorias diferencias, hubiese jurado que dictaba una conferencia para los cronopios); era un hombre menudo, casi enjuto y con solemnidad declamaba vivencias que parecían nacer de su largo camino por la vida, aunque más bien sonaban como anhelos que lo atormentaban por no haberlos vivido personalmente, sin embargo, emitía cada palabra con la intención de que aquél quórum ausente expresara interjecciones de asombro al final de cada frase suya.

Se miraba apacible. No sé si haya sido eso lo que me decidió a quedarme aquél cálido lunes por la tarde, supongo (repito que no lo sé), pero cuando me descubrí ya estaba en ese juego del escucha y sentía un extraño efecto de quebrantar el vacío con mi presencia. Sus palabras resonaban más alto de lo que su parca voz aparentaba (yo pienso que era aprendiz de mago porque mi sitio era en la última fila del aula y aún allí podía oírlo). No puedo negar que sus historias resultaban divertidas: frases, ironías, chistes, misoginia que le daban a su charla un cierto aire de cabaret, pero al pasar de las visitas me di cuenta que siempre era la misma cantaleta y que los recursos se le terminaban. Ahora entendía que el aula no siempre había estado así.

Intentó hablar de juegos, de la Ilustración (desde una visión cubano-afrancesada), de perros, de ciudades, se puso melancólico y habló de la soledad más larga que conoce, de su familia, de las cosas que no se han escrito, de la maravilla que surg al abrir el grifo del agua y ver caer el agua a pesar de nuestro mentado sistema Cutzamala, y quizá alguna otra cosa que la memoria no retuvo como él hubiese deseado.

Pero ya no era sorprendente; se había vuelto más un anciano ebrio de cantina, necio de una valía inexistente que el agradable o inocente hombre que se divertía hablándole a la nada. Soporté lo más que pude: compasión, caridad, entusiasmo, condescendencia, pero fallé. Don Alemán de los Pastos no había nacido para contar experiencias de las que él era mero escucha; un senil teléfono descompuesto afanoso de transmitir las glorias del pasado que lo conmovieron y las cuales sentía como propias, pero nunca pudo heredarlas.

Casi como lo encontré lo fui abandonando (en realidad no lo abandoné, así estaba cuando yo llegué y lo dejaba igual, en ese sentido declaraba un gris “empate”), a veces me asomaba por curiosidad y lo veía llegar (eso sí, muy puntual) a la cita impostergable con su aula, porque era suya: las paredes, las ventanas, las cortinas, las sillas quienes atentos (o resignados) lo escuchaban tirar el discurso preparado de antemano.

De los Pastos llega como las mariposas monarcas, por temporada; se instala y se adueña del espacio que encuentre libre para contar cada vez la misma historia y me dicen que eso lo ha hecho por varios inviernos. No creo, como dicen algunos, que sea un loco de andar errante y cansino.

A veces los fantasmas no aceptan que han dejado de ser y tienden a esclavizarse en la repetición interminable de sus actos, con la esperanza (no sé si para redimirse, mejorar, ganarse el cielo, expiar las culpas o algo similar) de lograr sus metas más frustradas.

La última vez que lo vi fue hace unas semanas mientras yo escribía un pequeño ensayo, con citas de don Pepe Ursus.
―Puras malas invenciones ―fue lo que alcancé a escuchar cuando se detuvo a mi lado y me miró de soslayo; después lo vi alejarse flotando en el pasillo.

Fue algo gracioso, pero en fin, no le gustó mi texto (si es que acaso lo vio realmente) y aunque no supe jamás por qué los homenajes le hartaban tanto como las fontanas, me parece un tipo divertido.

Así que ni don Ursus como apoyo firme, ni yo con mi inexperiencia. Igual espero que no se tope con este texto, porque inevitablemente tendría que explicarle que la historia personal ya la contó alguien que sí alcanzó a vivirla.