24 enero 2009

Te espero

Ha pasado otra luna y otro sol, son veinticuatro horas más de no esperarte, de no pensarte, de no saberte, de resignarme a tu ausencia, a que nunca acudirás ante mis penas, o mis triunfos. Nuevamente sumido en la cama desgarrada y otrora mullida, porque no estás, porque has faltado veintiún años a la cita, porque quizá me he cansado de esperarte, quizá me he cansado de pensar que te compadecerás de mi aflicción y saldrás del espejo que cuelga de mi puerta, ya no, ya sé que no será.

Tu ausencia no es lo que me lastima, no, quiizá no lo entiendas como yo pero es la falta de tu presencia lo que realmente me pone mal, no sé si me comprendas. He pensado tantas veces en el cómo será cuando estés aquí que me he detenido poco en el cómo serás, en el punto de la imagen imaginaria, claro está. Te he buscado en libros y no encuentro nada que me remita a ti, te he buscado en la música, en Chopin, en Liszt, en Wagner, en Sant-Saens, pero el sonar eterno de su romanticismo no me lleva a nada, a nadie, menos a ti.

Construí mundos, palacios, castillos, amaneceres, relatos; todos para ti, y tú no llegas, no has llegado. Y mi pecho se desgarra gritandote, blasfemando hacia el cielo por la injusticia tan vil que me comete, por el eterno tormento de no tenerte aquí, de la eterna espera, del eternos fracaso... maldigo la eternidad.

Las lágrimas son un torrente que no cesa, es imposible pensar por qué te extraño, por qué te deseo tanto, ¿será por esa barrera infranqueable de que ni siquiera te conozco?... Porque nunca te he visto, porque no sé quién eres, cómo eres... Porque ni siquiera existes, por eso te espero tanto, bella obsesión.

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