Cuando la noche termina, el canto de las aves comienza desde el oriente como anuncio de trompeta para la llegada del Sol, para el renacimiento de la vida que se impuesta otro día más a la penumbra... la oscuridad vencida por la luz (aunque la oscuridad es siempre mi mejor compañera de lectura y de creación también; nada como escribir a la luz de la luna con esa ventisca fresca de la noche.) mientras el agua desciende silenciosa hacia las hojas frescas del brezo, acariciándolo con su mano para consentirlo; lo besa con esos húmedos labios y recorre todos sus recovecos (la princesa besa al príncipe dormido, la paradoja del cuento de hadas).
Amanece y corro descalzo sobre el pasto, y la humedad me revive, me despierta. Caigo de frente a la verde alfombra que se extiende, y mi faz se moja y yo amo más el rocío...
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