En las oscuras oquedades sempiternas
de las historias que nacieron con un beso,
nace el fantasma, ataca el preso
corazón del amante y su cordura.
Llega despacio, predador acechando
a la armonía febril en la floresta,
surge su faz terrible de la nada
y deguella el amor en dos pedazos
La desconfianza no perdona nunca
nace de la mirada indiferente,
de la sonrisa esquiva, de repente
se vuelve en un secreto permanente.
Al paso de esconder tipografías
con excusas baratas, mal compradas
con el nervio en la piel, cuando asuzadas
resulta que es más cosas de familia.
La negación se vuelve la constante,
cambiar la discusión también funciona
"No vengas, no te apures, estoy sola"
y sentir en el timbre, que miente.
Al final la opresión se hace más fuerte
aceptar que quizá se ha burlado
la barrera delgada de lo amado
y se pierde por alguien con más suerte.
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