Tuve un momento libre y me aventuré en el baúl de los recuerdos, algo que siempre me resulta reconfortante. Tengo la teoría de que todo tiempo pasado nos parece mejor que el incierto presente, y no por otra cosa, sino que los buenos recuerdos flotan siempre a la mano para tomarlos, olerlos, cerrar los ojos y apachurrarlos contra el pecho.
La caricia de una mano, el aroma de una cabellera, el regazo de la madre, el dulzor de unos labios y la humedad de un buen beso.
Los recuerdos nos permiten observar el camino andado, y el esfuerzo que ha sido recompensado con instantes específicos que hacen que todo valga la pena. Y justo hoy me he descubierto como un memorioso, quizá no a la escala de Funes, pero memorioso y a fortunado de serlo. Con mis recuerdos creciendo, madurando, unos más cercanos que otros; siempre tengo en la mente los nombres de las personas que han cruzado por mi vida dejando algún rastro perdurable.
Tú eres uno de ellos, tú eres un bello recuerdo, una sucesión de imágenes hermosas, imborrables y felices que reencontré hoy y a tí dedico este viaje tipográfico; a tus cartas, a tus palabras, a tu voz que resuena aún en mi cabeza; a tus padres, a la distancia que ahora nos separa y me permite recordarte como eras, no como quizá seas ahora, sino como en aquél momento que estabas junto a mí.
Qué alegría poder decir que tengo un recuerdo tuyo, sin ahondar demasiado en nimiedades, en detalles innecesarios, mantengo la privacidad de mi recuerdo, que ni siquiera es tuyo, aunque tú lo hayas hecho; la memoria es mía y así se quedará.
La casualidad, la causalidad, el desconcierto, las apuestas en contra, la inocencia conservada, y la separación inevitable... el ciclo que se cumple cuando el siguiente empieza...
Hoy, hoy no es un día especial, pero hoy acometiste mi memoria como antaño, y me provocó una sonrisa profunda esa intromisión... te conservas igual, y por ello, te dedico estas líneas
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