26 abril 2011

Recomendatio: Tango de Luisa Valenzuela

TANGO

Me dijeron:

En este salón te tenés que sentar cerca del mostrador, a la izquierda, no lejos de la caja registradora; tomate un vinito, no pidás algo más fuerte porque no se estila en las mujeres, no tomés cerveza porque la cerveza da ganas de hacer pis y el pis no es cosa de damas, se sabe del muchacho de este barrio que abandonó a su novia al verla salir del baño: yo creí que ella era puro espíritu, un hada, parece que alegó el muchacho. La novia quedó para vestir santos, frase que en este barrio todavía tiene connotaciones de soledad y soltería, algo muy mal visto. En la mujer, se entiende. Me dijeron.

Yo ando sola y el resto de la semana no me importa pero los sábados me gusta estar acompañada y que me aprieten fuerte. Por eso bailo el tango.

Aprendí con gran dedicación y esfuerzo, con zapatos de taco alto y pollera ajustada, de tajo. Ahora hasta ando con los clásicos elásticos en la cartera, el equivalente a llevar siempre conmigo la raqueta si fuera tenista, pero menos molesto. Llevo los elásticos en la cartera y a veces en la cola de un banco o frente a la ventanilla cuando me hacen esperar por algún trámite los acaricio, al descuido, sin pensarlo, y quizá, no sé, me consuelo con la idea de que en ese mismo momento podría estar bailando el tango en vez de esperar que un empleaducho desconsiderado se digne atenderme.

Sé que en algún lugar de la ciudad, cualquiera sea la hora, habrá un salón donde se esté bailando en la penumbra. Allí no puede saberse si es de noche o de día, a nadie le importa si es de noche o de día, y los elásticos sirven para sostener alrededor del empeine los zapatos de calle, estirados como están de tanto trajinar en busca de trabajo.

El sábado por la noche una busca cualquier cosa menos trabajo. Y sentada a una mesa cerca del mostrador, como me recomendaron, espero. En este salón el sitio clave es el mostrador, me insistieron, así pueden ficharte los hombres que pasan hacia el baño. Ellos sí pueden permitirse el lujo. Empujan la puerta vaivén con toda la carga a cuestas, una ráfaga amoniacal nos golpea, y vuelven a salir aligerados dispuestos a retomar la danza.

Ahora sé cuándo me toca a mí bailar con uno de ellos. Y con cuál. Detecto ese muy leve movimiento de cabeza que me indica que soy la elegida, reconozco la invitación y cuando quiero aceptarla sonrío muy quietamente. Es decir que acepto y no me muevo; él vendrá hacia mí, me tenderá la mano, nos pararemos enfrentados al borde de la pista y dejaremos que se tense el hilo, que el bandoneón crezca hasta que ya estemos a punto de estallar y entonces, en algún insospechado acorde, él me pondrá el brazo alrededor de la cintura y zarparemos.

Con las velas infladas bogamos a pleno viento si es milonga, al tango lo escoramos. Y los pies no se nos enredan porque él es sabio en señalarme las maniobras tecleteando mi espalda. Hay algún corte nuevo, figuras que desconozco e improviso y a veces hasta salgo airosa. Dejo volar un pie, me escoro a estribor, no separo las piernas más de lo estrictamente necesario, él pone los pies con elegancia y yo lo sigo. A veces me detengo, cuando con el dedo medio él me hace una leve presión en la columna. Pongo la mujer en punto muerto, me decía el maestro y una debía quedar congelada en medio del paso para que él pudiera hacer sus firuletes.

Lo aprendí de veras, lo mamé a fondo como quien dice. Todo un ponerse, por parte de los hombres, que alude a otra cosa. Eso es el tango. Y es tan bello que se acaba aceptando.

Me llamo Sandra pero en estos lugares me gusta que me digan Sonia, como para perdurar más allá de la vigilia. Pocos son sin embargo los que acá preguntan o dan nombres, pocos hablan. Algunos eso sí se sonríen para sus adentros, escuchando esa música interior a la que están bailando y que no siempre está hecha de nostalgia. Nosotras también reímos, sonreímos. Yo río cuando me sacan a bailar seguido (y permanecemos callados y a veces sonrientes en medio de la pista esperando la próxima entrega), río porque esta música de tango rezuma del piso y se nos cuela por la planta de los pies y nos vibra y nos arrastra.

Lo amo. Al tango. Y por ende a quien, transmitiéndome con los dedos las claves del movimiento, me baila.

No me importa caminar las treintipico de cuadras de vuelta hasta mi casa. Algunos sábados hasta me gasto en la milonga la plata del colectivo y no me importa. Algunos sábados un sonido de trompetas digamos celestiales traspasa los bandoneones y yo me elevo. Vuelo. Algunos sábados estoy en mis zapatos sin necesidad de elásticos, por puro derecho propio. Vale la pena. El resto de la semana transcurre banalmente y escucho los idiotas piropos callejeros, esas frases directas tan mezquinas si se las compara con la lateralidad del tango.

Entonces yo, en el aquí y ahora, casi pegada al mostrador para dominar la escena, me fijo un poco detenidamente en algún galán maduro y le sonrío. Son los que mejor bailan. A ver cuál se decide. El cabeceo me llega de aquel que está a la izquierda, un poco escondido detrás de la columna. Un tan delicado cabeceo que es como si estuviera apenas, levemente, poniéndole la oreja al propio hombro, escuchándolo. Me gusta. El hombre me gusta. Le sonrío con franqueza y sólo entonces él se pone de pie y se acerca. No se puede pedir un exceso de arrojo. Ninguno aquí presente arriesgaría el rechazo cara a cara, ninguno está dispuesto a volver a su asiento despechado, bajo la mirada burlona de los otros. Éste sabe que me tiene y se me va arrimando, al tranco, y ya no me gusta tanto de cerca, con sus años y con esa displicencia.

La ética imperante no me permite hacerme la desentendida. Me pongo de pie, él me conduce a un ángulo de la pista un poco retirado y ahí ¡me habla! Y no como aquél, tiempo atrás, que sólo habló para disculparse de no volver a dirigirme la palabra, porque yo acá vengo a bailar y no a dar charla, me dijo, y fue la última vez que abrió la boca. No. Éste me hace un comentario general, es conmovedor. Me dice vio doña, cómo está la crisis, y yo digo que sí, que vi, la pucha que vi aunque no lo digo con estas palabras, me hago la fina, la Sonia: Sí señor, qué espanto, digo, pero él no me deja elaborar la idea porque ya me está agarrando fuerte para salir a bailar al siguiente compás. Éste no me va a dejar ahogar, me consuelo, entregada, enmudecida.

Resulta un tango de la pura concentración, del entendimiento cósmico. Puedo hacer los ganchos como le vi hacer a la del vestido de crochet, la gordita que disfruta tanto, la que revolea tan bien sus bien torneadas pantorrillas que una olvida todo el resto de su opulenta anatomía. Bailo pensando en la gorda, en su vestido de crochet verde color esperanza, dicen, en su satisfacción al bailar, réplica o quizá reflejo de la satisfacción que habrá sentido al tejer; un vestido vasto para su vasto cuerpo y la felicidad de soñar con el momento en que ha de lucirlo, bailando. Yo no tejo, ni bailo tan bien como la gorda, aunque en este momento sí porque se dio el milagro.

Y cuando la pieza acaba y mi compañero me vuelve a comentar cómo está la crisis, yo lo escucho con unción, no contesto, le dejo espacio para añadir

¿Y vio el precio al que se fue el telo? Yo soy viudo y vivo con mis dos hijos. Antes podía pagarle a una dama el restaurante, y llevarla después al hotel. Ahora sólo puedo preguntarle a la dama si posee departamento, y en zona céntrica. Porque a mí para un pollito y una botella de vino me alcanza.

Me acuerdo de esos pies que volaron los míos, de esas filigranas. Pienso en la gorda tan feliz con su hombre feliz, hasta se me despierta una sincera vocación por el tejido.

Departamento no tengo explico pero tengo pieza en una pensión muy bien ubicada, limpia. Y tengo platos, cubiertos, y dos copas verdes de cristal, de esas bien altas.

¿Verdes? Son para vino blanco. Blanco, sí. Lo siento, pero yo al vino blanco no se lo toco.

Y sin hacer ni una vuelta más, nos separamos.

11 abril 2011

Minucia de hoy: apanicarse

Los tratados de mitología nos presentan al dios Pan como un personaje idílico o, en el peor de los casos, como un demonio pintoresco. Es el dios de los pastores y se le representa como un genio, mitad hombre, mitad animal. Lleva dos cuernos en la frente, tiene el cuerpo velludo, sus miembros inferiores son los de un macho cabrío. Es ágil; sabe ocultarse en la maleza para espiar a las ninfas. Duerme deliciosas siestas en las horas calurosas del mediodía. Es una divinidad dotada de una actividad sexual considerable. Amó a la ninfa Eco y a la diosa Selene. Sus atributos son una siringa, un cayado de pastor o un ramo de pino en la mano. Las características que aparecen en las descripciones de Pan no se ajustan a las de un dios terrorífico. Sin embargo los diccionarios lo consideran origen del adjetivo griego latinizado panicus. Aunque, en principio, el adjetivo latino panicus significaba simplemente 'lo relativo al dios Pan', en español, también como adjetivo, pánico, además de referir al dios Pan —como en "venía por el camino, tocando en su flauta pánica una tonada enrevesada y arcaica, un viejo pastor de cabras" (Torrente Ballester)—, pasó a designar el miedo grande o terror muy intenso: "se multiplican los distintos afectos y reacciones del monarca: miedos pánicos, ayes y alaridos, lloriqueos" (Sáenz de Robles) [tomo los ejemplos del Diccionario del español actual, de M. Seco]. Desde muy temprano el uso adjetivo de pánico alterna con el empleo sustantivo ('temor repentino y extremo, generalmente irracional'), que hoy, sin duda, prevalece: "tres sujetos en estado de ebriedad sembraron el pánico", "que no cunda el pánico" (lugar común convertido por un cómico de la televisión en "que no panda el cúnico")... La relación entre el dios Pan y la acepción 'temor muy intenso', en la vigésima edición del DRAE (1984), estaba enunciada así: "del dios Pan, a quien atribuían los ruidos que retumbaban en montes y valles". Esta explicación etimológica no aparece ya en la edición de 1992.

Los periódicos, al poner en la primera plana el consejo que en relación con los problemas económicos daba a la población el presidente de la República ("No se apaniquen"), han hecho relativamente famoso el verbo apanicar, que, aun cuando de manera esporádica, me parece que venía usándose desde hace algunos años en el español mexicano. Es obviamente un neologismo del que no dan cuenta todavía los diccionarios (ni generales ni de mexicanismos). Hay un tipo particular de derivados que, en los tratados de morfología, reciben el nombre de “parasintéticos”. Están formados por tres elementos: un prefijo, una raíz o lexema y un sufijo (o ciertos gramemas). En los parasintéticos los tres elementos funcionan de manera simultánea; es decir, en la lengua no existen como formas libres ni el prefijo más la base ni la base más el sufijo: por ejemplo, en el parasintético envejecer interviene el prefijo en-, el lexema viejo y el sufijo -ecer. No existen en español ni *enviejo ni *vejecer, sólo envejecer. También hay numerosos parasintéticos en los que interviene el prefijo a-: aclarar, aconsejar, adueñarse, alumbrar, arrodillarse, arruinar...
Las modificaciones semánticas que se operan en la base pueden expresarse mediante oraciones o paráfrasis: arruinar > ‘hacer que alguien quede en la ruina’. Con estos mecanismos morfológicos es fácil incorporar neologismos en el léxico, es decir, formar nuevas palabras. Buen ejemplo, dentro del español mexicano, puede ser el verbo apantallar ('impresionar, asombrar a alguien'), del que deriva a su vez el adjetivo apantallante, y que está formado por el prefijo a-, la base sustantiva pantalla y el morfema -ar. Todos los mexicanos empleamos o, al menos, entendemos el verbo apantallar, a pesar de lo cual no aparece en los diccionarios; es un neologismo del español mexicano. Son también mexicanismos, aunque no tan nuevos, endrogarse ('endeudarse'), enmariguanarse, enchinar (el pelo), encuetarse ('emborracharse')...
Todos ellos (y muchos más) están formados de conformidad con las reglas morfológicas de la lengua española. Creo que lo mismo sucede con apanicar, que significa algo así como 'poner a alguien en condiciones de (miedo) pánico'. Por otra parte, el que la voz esté formada canónicamente de ninguna manera garantiza que el neologismo pase a formar parte del léxico de todos los mexicanos (o de muchos de ellos). A alguien hace tiempo se le ocurrió formar la palabra apantallar, al paso del tiempo este neologismo tuvo éxito y hoy es voz común en México. Falta mucho para que pueda decirse lo mismo de apanicar.

Cinco cuentos cortos de Franz Kafka


UN MENSAJE IMPERIAL

El Emperador, tal va una parábola, os ha mandado, humilde sujeto, quien sóis la insignificante sombra arrinconándose en la más recóndita distancia del sol imperial, un mensaje; el Emperador desde su lecho de muerte os ha mandado un mensaje para vos únicamente. Ha comandado al mensajero a arrodillarse junto a la cama, y ha susurrado el mensaje; ha puesto tanta importancia al mensaje, que ha ordenado al mensajero se lo repita en el oído. Luego, con un movimiento de cabeza, ha confirmado estar correcto. Sí, ante los congregados espectadores de su muerte -toda pared obstructora ha sido tumbada, y en las espaciosas y colosalmente altas escaleras están en un círculo los grandes príncipes del Imperio- ante todos ellos, él ha mandado su mensaje. El mensajero inmediatamente embarca su viaje; un poderoso, infatigable hombre; ahora empujando con su brazo diestro, ahora con el siniestro, taja un camino al través de la multitud; si encuentra resistencia, apunta a su pecho, donde el símbolo del sol repica de luz; al contrario de otro hombre cualquiera, su camino así se le facilita. Mas las multitudes son tan vastas; sus números no tienen fin. Si tan sólo pudiera alcanzar los amplios campos, cuán rápido él volaría, y pronto, sin duda alguna, escucharías el bienvenido martilleo de sus puños en tu puerta.


Pero, en vez, cómo vanamente gasta sus fuerzas; aún todavía traza su camino tras las cámaras del profundo interior del palacio; nunca llegará al final de ellas; y si lo lograra, nada se lograría en ello; él debe, tras aquello, luchar durante su camino hacia abajo por las escaleras; y si lo lograra, nada se lograría en ello; todavía tiene que cruzar las cortes; y tras las cortes, el segundo palacio externo; y una vez más, más escaleras y cortes; y de nuevo otro palacio; y así por miles de años; y por si al fin llegara a lanzarse afuera, tras la última puerta del último palacio -pero nunca, nunca podría llegar eso a suceder-, la capital imperial, centro del mundo, caería ante él, apretada a explotar con sus propios sedimientos. Nadie podría luchar y salir de ahí, ni siquiera con el mensaje de un hombre muerto. Mas os sentáis tras la ventana, al caer la noche, y os lo imagináis, en sueños.

EL ZOPILOTE

Un zopilote estaba mordizqueándome los pies. Ya había despedazado mis botas y calcetas, y ahora ya estaba mordiendo mis propios pies. Una y otra vez les daba un mordizco, luego me rondaba varias veces, sin cesar, para después volver a continuar con su trabajo. Un caballero, de repente, pasó, echó un vistazo, y luego me preguntó por qué sufría al zopilote.


"Estoy perdido", le dije. Cuando vino y comenzó a atacarme, yo por supuesto traté de hacer que se fuera, hasta traté de estrangularlo, pero estos animales son muy fuertes... estuvo a punto de echarse a mi cara, mas preferí sacrificar mis pies. Ahora estan casi deshechos". "¡Véte tú a saber, dejándote torturar de esta manera!", me dijo el caballero. "Un tiro, y te echas al zopilote." "¿En serio?", dije. "¿Y usted me haría el favor?" "Con gusto," dijo el caballero, " sólo tengo que ir a casa e ir por mi pistola. ¿Se podría usted esperar otra media hora?" "Quién sabe", le dije, y me estuve por un momento, tieso de dolor. Entonces le dije: "Sin embargo, vaya a ver si puede... por favor". "Muy bien", dijo el caballero, "trataré de hacerlo lo más pronto que pueda". Durante la conversación, el zopilote había estado tranquilamente escuchando, girando su ojo lentamente entre mí y el caballero. Ahora me había dado cuenta que había estado entendiéndolo todo; alzó ala, se hizo hacia atrás, para agarrar vuelo, y luego, como un jabalinista, lanzó su pico por mi boca, muy dentro de mí. Cayendo hacia atrás, me alivió el sentirle ahogarse irretrocediblemente en mi sangre, la cual estaba llenando cada uno de mis huecos, inundando cada una de mis costas.

UNA PEQUEÑA FABULA

"Ay", dijo el ratón, "el mundo se está haciendo más chiquito cada día. Al principio era tan grande que yo tenía miedo, corría y corría, y me alegraba cuando al fin veía paredes a lo lejos a diestra y siniestra, pero estas largas paredes se han achicado tanto que ya estoy en la última cámara, y ahí en la esquina está la trampa a la cual yo debo caer".

"Sólamente tienes que cambiar tu dirección", dijo el gato, y se lo comió.

LA PARTIDA

Ordené que trajeran mi caballo del establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fuí al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo, y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta, y le pregunté al sirviente qué significaba. El no sabía nada, y escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó: "¿A dónde va el patrón?" "No lo sé", le dije, "simplemente fuera de aquí, simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta". "¿Así que usted conoce su meta?", preguntó. "Sí", repliqué, "te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta".

EL PASEO REPENTINO

Cuando por la noche uno parece haberse decidido terminantemente a quedarse en casa; se ha puesto una bata; después de la cena se ha sentado a la mesa iluminada, dispuesto a hacer aquel trabajo o a jugar aquel juego luego de terminado el cual habitualmente uno se va a dormir; cuando afuera el tiempo es tan malo que lo más natural es quedarse en casa; cuando uno ya ha pasado tan largo rato sentado tranquilo a la mesa que irse provocaría el asombro de todos; cuando ya la escalera está oscura y la puerta de calle trancada; y cuando entonces uno, a pesar de todo esto, presa de una repentina desazón, se cambia la bata; aparece en seguida vestido de calle; explica que tiene que salir, y además lo hace después de despedirse rápidamente; cuando uno cree haber dado a entender mayor o menor disgusto de acuerdo con la celeridad con que ha cerrado la casa dando un portazo; cuando en la calle uno se reencuentra, dueño de miembros que responden con una especial movilidad a esta libertad ya inesperada que uno les ha conseguido; cuando mediante esta sola decisión uno siente concentrada en sí toda la capacidad determinativa; cuando uno, otorgando al hecho una mayor importancia que la habitual, se da cuenta de que tiene más fuerza para provocar y soportar el más rápido cambio que necesidad de hacerlo, y cuando uno va así corriendo por las largas calles, entonces uno, por esa noche, se ha separado completamente de su familia, que se va escurriendo hacia la insustancialidad, mientras uno, completamente denso, negro de tan preciso, golpeándose los muslos por detrás, se yergue en su verdadera estatura.

Todo esto se intensifica aún más si a estas altas horas de la noche uno se dirige a casa de un amigo para saber cómo le va.

10 abril 2011

Miniautras

Nocturno sueño: Disfruto la confusión entre los mundos cuando el cansancio me derrota. Hay veces que siento haberme equivocado de universo cuando logro despertar ¿Seremos el sueño de un Dios aún dormido?

03 abril 2011

El amenazado de Jorge Luis Borges


Es el amor, tendré que ocultarme o huir. Crecen los muros de su cárcel, como un sueño atroz.

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única ¿de qué me servirán mis talismanes; el ejercicio de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó al áspero norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca, las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?.

Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo. Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que me miran por las ventanas, pero la sombra no me ha traidor la paz.

Es, ya lo sé, el amor; la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo. Es el amor con su mitología, con sus pequeñas magias inútiles.

Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar. Ya los ejércitos se cercan, las hordas (esta habitación es irreal; ella no la ha visto). El nombre de una mujer me delata. Me duele una mujer en todo el cuerpo.

Minucia de hoy. !Caray!

No cabe duda de que el léxico es el nivel más superficial de la lengua, el más cambiante. Transcribo en seguida algunos comentarios que a fines de la centuria decimonónica escribieron don Rufino José Cuervo y don Joaquín García Icazbalceta en relación con la interjección ¡caray! El primero anotó: "Voz de infame parentela, que ojalá no se usara en ninguna parte"; del segundo son las siguientes palabras: "No sólo en México y en Bogotá anda la palabrita, sino que parece haber invadido media América [...] Venga de donde viniere, nunca deben usarla personas bien educadas. ¿A qué conducen tales interjecciones, habiendo tantas muy inocentes? Ni aun éstas conviene prodigarlas..."
Probablemente estos severos juicios se debían a que tan ilustres filólogos entendían tal palabra únicamente como un eufemismo que sustituía la expresión ¡carajo! Así lo ha seguido creyendo el DRAE 100 años después. En la entrada ¡caray! remite a ¡caramba!y ahí explica que es un eufemismo por ¡carajo! y que es una interjección con que se denota extrañeza o enfado. Ahora bien, ¿por qué se eludía (y se elude todavía) el vocablo ¡carajo!, según la Academia? Seguramente por su significado: 'miembro viril'.
Digo que el vocabulario cambia mucho más rápidamente que la fonología o la gramática. En efecto, me parece que hoy, al menos en México, por principio de cuentas, muy pocos saben que ¡carajo! significa 'miembro viril'. Ciertamente la voz se emplea ahora más que antes, pero siempre como simple interjección. En efecto, es una interjección vulgar, popular. En la transcripción hecha en la UNAM, de 42 conversaciones libres de sujetos cultos no apareció ni una vez. Fueron varios, por lo contrario, los registros del vocablo en las transcripciones correspondientes a informantes incultos.
Por otra parte, creo que ningún hablante emplea hoy los vocablos ¡caray! y¡caramba! como eufemismos sustitutivos del vulgarismo ¡carajo! Se trata de interjecciones muy usuales e inocuas. Aparecen en boca de hablantes pertenecientes a todos los niveles sociales. Pueden verse también escritas en todo tipo de texto sin que llamen la atención de nadie como vulgarismos. Lo que sucede es que, por una parte, se registran en la lengua desplazamientos de sentidos y de significaciones de las palabras, a veces con gran velocidad: carajo no significa ya 'miembro viril', ¡caramba! y ¡caray! no sustituyen a carajo. Por otra, las diversas ediciones del DRAE suelen seguir repitiendo acepciones y sentidos que determinadas palabras pudieron haber perdido hace ya mucho tiempo. Probablemente en tiempos de Cuervo y García Icazbalceta resultaban reprobables, en gente educada, tales interjecciones. Hoy, estoy seguro, los mismos filólogos, atentos observadores de la evolución lingüística, reconocerían en ¡carajo! una expresión vulgar pero sin el significado de 'miembro viril' y en ¡caramba! y ¡caray! meras interjecciones totalmente inofensivas.

30 marzo 2011

"Puntos suspensivos" en Diccionario de dudas de José María Cumbreño

Con el uso, una herramienta se va pareciendo a su dueño.

La función crea el órgano.

Según las gramáticas, los puntos suspensivos sienten temor, dudan, se asombran. Dejan frases a medio terminar. Son nerviosos e inseguros.

Se colocan al final de listas, enumeraciones e inventarios donde hacer recuentos de lo que se tuvo o se ha sido, donde anotar lo que no se tiene o no se es.


José María Cumbreño, Diccionario de dudas.

29 marzo 2011

Diccionario de Mexicanismos: bailar

bailar. TR. coloq. Ridiculizar al contrario en una competencia: "Cruz Azul bailó a Tigres ayer por marcador de 6-0". || 2. En el futbol o baloncesto, esquivar hábilmente al adversario: “El delantero bailó al portero y anotó”. ||3. INTER. coloq. Salir alguien perdiendo o llevársela peor parte de algo: “Bailamos con el negocio”. || - con la más fea. LOC. VERB. coloq. Llevarse alguien la peor parte: “Lo sacaron del testamento y le tocó bailar con la más fea”. || - el oso. LOC. VERB. Retar a una pelea: “Vamos a ver bailar el oso al campeón mundial de boxeo”. || - las calmadas. LOC. VERB. coloq. Tratar asuntos ríspidos de la manera más tranquila posible: “El secretario ha preferido bailar las calmadas y no enfrentarse con los medios”. || - los ojos. LOC. VERB. supran. pop/coloq. Desear a alguien o algo: “A Juan le bailan los ojos por María”. ||ya bailó (Berta). EXPR. pop/coloq/euf. Se usa para expresar que algo se ha malogrado: “¡Ya bailó Berta, llegaron mis papás!

26 marzo 2011

Minucia de hoy: ¿asesino u homicida?

Tengo la impresión de que tanto en lengua hablada como, sobre todo, en lengua escrita, particularmente la de naturaleza periodística, a veces se emplean como sinónimos las voces asesino y homicida. Conviene tener en cuenta, sin embargo, que casi todos los diccionarios señalan diferencias semánticas no poco importantes entre ambos términos. Es muy probable que estas diferencias sean aún más precisas en el léxico jurídico. Conviene primero señalar que del sustantivoasesino proviene, como derivado, el verbo asesinar y el sustantivo asesinato; no hay un verbo morfológicamente relacionado con homicida, aunque sí el sustantivohomicidio. Tanto el asesino cuanto el homicida causan la muerte de alguien o, si se quiere, ambos matan. Sin embargo sólo el asesino lo hace con premeditación, alevosía y ventaja; no necesariamente así el homicida. El conductor que por accidente atropella a una persona, si ésta muere por ello, es un homicida, no un asesino. El que le quita la vida a otro premeditadamente es un asesino. Si el chofer de un vehículo atropella y mata a una persona intencionadamente, no es un simple homicida sino un asesino. Si alguien mata en defensa propia es, sin duda, un homicida y puede no ser un asesino. Esta diferencia, en ocasiones, queda reflejada en la lengua: el microbús que atropella y mata a una persona no es unmicrobús asesino; sí lo es el cuchillo del que mata con premeditación y alevosía; por ello decimos: "ésa es el arma asesina". Cuando alguien quiere injuriar a quien mató con ventaja no le grita ¡homicida! sino ¡asesino! ¿Será homicida el soldado que mata en la guerra o el verdugo que ejecuta al sentenciado? Si nos basamos en la definición de homicida como voz común ('causante de la muerte de alguien', dice el DRAE), sí lo serán, y no sólo ellos sino también el arma del soldado o el instrumento del verdugo: ambos, el soldado y su fusil, el verdugo y la guillotina, son causantes de la muerte de alguien.
En la lengua estándar, es decir en la no literaria ni técnica, es probable que se emplee con mayor frecuencia el vocablo asesino que homicida. No pocos hablantes no sólo no emplean el término homicida, sino que no saben exactamente qué significa. Todo mundo en cambio conoce y emplea el vocablo asesino, aunque en ocasiones se confunda con homicida ("lincharon al chofer asesino"). Su conocimiento generalizado explica asimismo que, con no poca frecuencia, se emplee de manera figurada ("asesinó mis ilusiones"). Por no conocer con precisión las diferencias entre asesino y homicida se producen expresiones en alguna medida redundantes: "lo asesinó alevosamente" (todo asesinato es, por definición, alevoso). Por lo contrario, quizá ya no resulte tan redundante el siguiente enunciado: "fue un homicidio involuntario" (ciertamente, un homicidio voluntario es un asesinato; sin embargo, en la definición de homicidio no se señala expresamente que la muerte que se causa no se debe a una acción intencionada). En otras palabras, todo asesinato es un homicidio, pero no todo homicidio es un asesinato. El asesinato viene a ser, entonces, un tipo particular de homicidio.
Por lo que respecta al origen y etimología de estos dos términos, comienzo diciendo que el más antiguo parecería ser homicida, pues no es sino un latinismo crudo (no evolucionado), un cultismo. En efecto, el término latino homicida es sin duda anterior al término español asesino. Lo que no resulta tan seguro es que el término español homicida también lo sea. En otras palabras, es probable que la introducción en la lengua española del cultismo latino homicida pudo haber sucedido después del ingreso a la misma lengua del vocablo asesino. Coinciden los diccionarios etimológicos en asignar un origen árabe a la palabra asesino: dehassasin, 'adictos al cáñamo indio', es decir bebedores de hachís. Según algún diccionario (el de Gómez de Silva), "los primeros asesinos etimológicos eran seguidores del Shayj al-yabal ('Viejo de la Montaña', siglo XI), quienes cometían homicidios secretos bajo el influjo del hashish". En ese mismo lexicón se propone el siguiente itinerario del vocablo: del árabe al latín medieval (assassinus) y de éste al español (asesino). En efecto, si la incorporación del arabismo es tan temprana (siglo XI), es difícil que se haya hecho directamente al romance (español en avanzada formación); lo que es probable es que haya existido una etapa intermedia en el latín medieval (que no debe confundirse con el latín vulgar). Por mi parte, pienso que, de aceptarse la etapa de assassinus, es posible que ésta haya tenido lugar precisamente en el latín medieval español, es decir el escrito en España, pues por esa época era en España, mejor que en cualquier otro sitio, donde había una importante influencia árabe. Así, ese assassinus medieval pudo originar no sólo el asesino español, sino también el assassin francés e inglés, que conservan la a protónica, vocal que el español, por disimilación con la a inicial, cambió por e (assassinus > asesino).

Cuento: El rinoceronte de Juan José Arreola

El gran rinoceronte se detiene. Alza la cabeza. Recula un poco. Gira en redondo y dispara su pieza de artillería. Embiste como ariete, con un solo cuerno de toro blindado, embravecido y cegado, en arranque total de filósofo positivista. Nunca da en el blanco, pero queda siempre satisfecho de su fuerza. Abre luego sus válvulas de escape y bufa a todo vapor.

(Cargados con armadura excesiva, los rinocerontes en celo se entregan en el claro del bosque a un torneo desprovisto de gracia y destreza, en el que sólo cuenta la calidad medieval del encontronazo.)

Ya en cautiverio, el rinoceronte es una bestia melancólica y oxidada. Su cuerpo de muchas piezas ha sido armado en los derrumbaderos de la prehistoria, con láminas de cuero troqueladas bajo la presión de los niveles geológicos. Pero en un momento especial de la mañana, el rinoceronte nos sorprende: de sus ijares enjutos y resecos, como agua que sale de la hendidura rocosa, brota el gran órgano de vida torrencial y potente, repitiendo en la punta los motivos cornudos de la cabeza animal, con variaciones de orquídea, de azagaya y alabarda.

Hagamos entonces homenaje a la bestia endurecida y abstrusa, porque ha dado lugar a una leyenda hermosa. Aunque parezca imposible, este atleta rudimentario es el padre espiritual de la criatura poética que desarrolla, en los tapices de la Dama, el tema del Unicornio caballeroso y galante.

Vencido por una virgen prudente, el rinoceronte carnal se transfigura, abandona su empuje y se agacela, se acierva y se arrodilla. Y el cuerno obtuso de agresión masculina se vuelve ante la doncella una esbelta endecha de marfil.

25 marzo 2011

Y llegó el iPad 2


Así es queridos lectores, desde el día de ayer se puede conseguir el nuevo device de Apple, el fantabuloso iPad 2 (si se preguntan por qué no digo "la fantabulosa", es sencillo, porque hago referencia a un device o dispositivo, ergo,es masculino, pero bueno, eso no importa mucho. Sigamos). Apenas el año pasado se presentó con gran éxito, la primera generación de una tableta que se sitúa a caballo de un teléfono inteligente (smartphone) y una portátil (netbook).

A primera vista parece un oxímoron el respecto de la tendencia hacia la reducción de tamaño en los nuevos gadgets en franca batalla por reunir mayores funcionalidades en un espacio cada vez más limitado. Época no apta para el minimalismo.

En ese sentido, es por todos sabido (y si no recuerden a Los Simpson cuando, en el futuro, Homero ha compradu un aerodeslizador) que las primeras versiones de casi cualquier cosa, tienen defectos o áreas en las que puede mejorar mucho. Para el iPad (llamémosle 1), las principales críticas iban sobre la imposibilidad de ejecutar varias aplicaciones a la vez, la falta de una cámara web, las limitaciones de la memoria, la ausencia de puertos usb (u de cualquier otro tipo), salvo, claro el dock de 30 pines que es el típico de los dispositivos Apple.

Básicamente, lo que llamó la atención, según mi entender (con toda la envidia que pueda leerse pues yo no tengo uno de estos aparatejos) fue el tamaño, vaya, era como hacer un iPod para Gulliver, somos tan básicos que unas cuántas variaciones, sin demeritar el trabajo de desarrollo del hardware ni del software, claro está, pero en lo general cumple las mismas funciones y es sorpresivo cómo el mercado y la gente lo celebran cual si fuera, dice una amiga, "la última chela del bote". No obstante, tengo que aceptar el encanto de leer revistas, libros, periódicos, navegar por internet, adquirir juegos, ver videos, fotografías. Sí, de que está mono el dispositivo, lo está.

En fin, pero aquello pasó rápidamente y se comenzó el desarrollo de una versión mejorada, que es de la que trato de escribir hoy. Pero los datos técnicos no serán el punto departida para este texto, esos se pueden consultar perfectamente en otros sitios.

La segunda versión del iPad tiene, para empezar, un tamaño y grosor menores que la primera versión. En ese sentido, incluso cuando se pensó en un dispositivo de mayor tamaño, la tendencia de reducir espacios se impuso. Además, integra dos cámaras, una frontal y una trasera para videollamadas y grabación de video en alta definición (30 cuadros por segundo). Gracias a los procesadores nuevos, el iPad 2 ofrece un doble de velocidad y una calidad mejorada, en 9 veces, de los gráficos respecto de su precedente. También tiene la posibilidad de realizar videollamadas con el sistema facetime.

Incluye un giroscopio como los otros productos de Apple, y una salida de video de alta deficinión. En cuanto al software, cito las referencias de otra reseña:

Software

El iPad traerá el siguiente software right-out-the-box:

  • App Store: Software que permite adquirir aplicaciones (tanto las del iPhone, disponibles en zoom x2 o en tamaño original, como las nativas del iPad). Los propietarios de aplicaciones para iPhone pueden utilizarlas en su iPad sin necesidad de volver a comprarlas. El paquete ofimático iWork tiene su propia versión para iPad, que se puede adquirir por 10 dólares la aplicación (7.99 €uros cada uno), y está compuesto por las aplicaciones Pages, Numbers y Keynote. También, la aplicación iBooks está disponible para descarga gratuita, pero no viene incluida en el dispositivo por defecto.
  • Safari: navegador de Internet con soporte para HTML 5.
  • Mail: para gestionar correos electrónicos con Microsoft Exchange, MobileMe, Gmail, Yahoo! Mail y AOL.
  • YouTube: navegador y visualizador de YouTube.
  • iPod: función equivalente a su análogo reproductor multimedia iPod.
  • iTunes Store: para comprar música, videos, descargar Podcast y visualizar contenidos.
  • Mapas: Para visualizar mapas y establecer rutas, utiliza la tecnología de Google Maps incluido el servicio de Street View.
  • Notas: Un bloc de notas, para tomar apuntes, pegar texto en él.
  • Calendario: Un calendario para gestionar citas y fechas especiales.
  • Contactos: Para gestionar tus contactos.
  • FaceTime (Únicamente iPad 2)
  • Photo Booth (Únicamente iPad 2)

En realidad creo que es en las aplicaciones, como siempre, donde está el mayor poder de este dispositivo.Puede usarse, incluso, para ver el DRAE (chiste muy local, valga saber). Así que, mis queridos contertulios, si tienen el dinero suficiente para comprarse la segunda versión de este juguetito, no lo duden, creo que tiene buenas cosas para divertirse, además, supongo que el jailbraking estará disponible pronto jeje.

No olviden que si les alcanza, yo no me opongo a que me regalen uno. Cuéntenme qué tal funciona su gadget, aunque sea por el puro gusto de ver a este bloggero, morir de la envidia. Me despido pero les dejo unos videínes y una liga para las noticias que se dieron sobre este lanzamiento. Sean felices. Agur



Revisiones (en inglés)



Recomendatio: Nocturno miedo de Xavier Villaurrutia


Todo en la noche vive una duda secreta:
el silencio y el ruido, el tiempo y el lugar.
Inmóviles dormidos o despiertos sonámbulos
nada podemos contra la secreta ansiedad.
Y no basta cerrar los ojos en la sombra
ni hundirlos en el sueño para ya no mirar,
porque en la dura sombra y en la gruta del sueño
la misma luz nocturna nos vuelve a desvelar.

Entonces, con el paso de un dormido despierto,
sin rumbo y sin objeto nos echamos a andar.
La noche vierte sobre nosotros su misterio,
y algo nos dice que morir es despertar.

¿Y quien entre las sombras de una calle desierta,
en el muro, lívido espejo de soledad,
no se ha visto pasar o venir a su encuentro
y no ha sentido miedo, angustia, duda mortal?

El miedo de no ser sino un cuerpo vacío
que alguien, yo mismo o cualquier otro, puede ocupar
y la angustia de verse fuera de si viviendo
y la duda de ser o no ser realidad.

¿Teni o tenis? ¿cómo se dice?

La voz tenis, como tesis, dosis, crisis, paréntesis, es invariable en número. La forma para indicar el plural o el singular de este sustantivo es la misma: tenis. Se puede indicar si la voz está en número singular o plural por medio del artículo que lo modifica: tienes sucio el tenis; me gustan los tenis blancos; perdí un tenis; quiero unos tenis nuevos.

24 marzo 2011

Mítica en el Más por más

Parece ser que las cosas van saliendo poco a poco y bueno, motivo para celebrar será, queridos lectores, la publicación de un texto pequeño en el periódico gratuito Más por Más. En el número del día miércoles 23 de marzo entró el poema Mítica. Da gusto, más que orgullo, vanagloria o cualquier otro sentimiento, es un gusto que, auquello que es en mi un inacabable placer, pueda transmitirse vía escrita. Saludos pues a todos los que lo hayan podido leer, y los que no, bueno, les agrego la publicación:

Rayuela - Capítulo 68 de Julio Cortázar


Apenas él le amalaba el noema, a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios, en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo, sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando, reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios, consintiendo en que él aproximara suavemente sus orfelunios. Apenas se entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y paramovía, de pronto era el clinón, la esterfurosa convulcante de las mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del murelio, se sentían balpamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el límite de las gunfias.

Minucia de hoy: alineo o alinéo

En la más reciente versión de la Gramática académica (que se conoce como Esbozo de una nueva gramática de la lengua española) se explica con detalle la manera como deben conjugarse los verbos llamados vocálicos, que se caracterizan por tener una vocal (o semiconsonante) antes de su gramema (criar, por ejemplo). Son irregulares los que terminan en -aer, -eír y -uir; defectivos los que tienen la terminación -aír; son regulares los demás (-ear, -iar, -oar, -uar, -eer, -oer, -oír).
Entre los regulares, sin embargo, hay algunos que presentan cierta dificultad en lo que toca a la acentuación de algunas de sus formas. En particular los terminados en -ear (o -iar) y -uar. Los primeros pueden clasificarse en dos grupos: los que se acentúan (-ío) y los que no llevan acento (-io). Son algo complicadas (y no muy convincentes) las reglas para formar estos grupos. Llevan acento, dice el Esbozo: a) criar, liar, piar y semejantes; b) los que derivan de nombres bisílabos en -ío, -ía (enfrío, expío); c) los que proceden de sustantivos cuya última sílaba tiene una i (esquiar, de esquí); d) el verbo arriar (arrío); e) verbos cuyo acento no tiene explicación, como los anteriores, por derivación (como rociar, ya que el sustantivo rocío procede de rociar y no al revés); f) otros verbos sin explicación clara: contrariar, variar, ampliar...
La mayor parte de los verbos en -ear o -iar que no llevan acento son cultismos que se introdujeron en la lengua en diversas épocas, procedentes de verbos latinos terminados en -iare, como compendiar (compendio), por ejemplo; o bien se trata de derivados españoles procedentes de sustantivos o adjetivos que terminan en -ia, -ie, -io. Es el caso de sentenciar (sentencia), refugiar (refugio), entibiar (entibio), etc. Hay también algunos verbos sin acento, sin explicación satisfactoria: agobiar, desquiciar, lidiar, rumiar, entre varios otros.
La mayor parte de las reglas anteriores se ajustan a la manera como empleamos estos verbos los mexicanos. Encuentro sólo tres casos que parecen desviarse. Son los verbos alinear, delinear y enraizar. Según el Esbozo, debería decirse: alineo y delineo, sin acento, forma recomendada en varios diccionarios y gramáticas; en México, creo, es más usual alíneo y delíneo (con acento en la í). Por otra parte, la gramática recomienda decir enraízo (acentuada); parece que los mexicanos prefieren enraizo, sin acento, aunque se trata de un verbo no muy usual.
Entre los dudosos, los mexicanos empleamos la forma recomendada o “más corriente", como anota el Esbozo, en los casos siguientes: afilio (y no afilío); ansío (con acento, y no ansio); auxilio, nunca auxilío; concilio (jamás concilío); expatrío, casi nunca expatrio; glorío mejor que glorio. Por lo que toca a vaciar, anota la Academia que “está muy extendido vacio (sin acento), sobre todo en el habla popular; en la lengua literaria lo más general es vacío". Creo que en México, aun en el habla popular, lo común es la voz acentuada (vacío).
Otros de los verbos dudosos son de muy poco empleo (al menos en México) en ciertas personas de la conjugación, y resulta difícil asegurar que se emplean con acento o sin él. Tal es el caso de agriar (¿agrio o agrío?), historiar (¿historio o historío?), espaciar (¿espacio o espacío?), paliar (¿palio o palío?), etcétera.
En algunos dialectos del español, americanos particularmente, ciertos rasgos de la pronunciación pueden afectar la lengua en el nivel de la morfología. Un ejemplo muy claro es la muy acusada tendencia a la diptongación de los hiatos (teatro, que da tiatro), observable en muchas hablas americanas, que puede explicar ciertas anomalías en un verbo como ladear, el cual, según las reglas anteriores, pertenece al grupo -eo (ladeo, ladeas, etc.), formas que efectivamente se conservan en todas partes, incluido el español americano. Sin embargo, en otras personas de la conjugación, debido precisamente a la diptongación del hiato, la manera de acentuarlo, por parte de muchos hispanohablantes americanos lo hace ver como verbo en -iar perteneciente al grupo -io: ladiamos, ladiara, ladiar... (por ladeamos, ladeara, ladear).

23 marzo 2011

La tumba india de José de la Colina


Había una vez un maharajá en Eschnapur que amaba con locura a una bailarina del templo y tenía un amigo llegado de lejanas tierras, pero la bailarina y el extranjero se amaban y huyeron, y el corazón del maharajá albergó tanto odio como había albergado amor, y entonces persiguió a los amantes por selvas y desiertos, los acosó de sed, los hizo adentrarse en el reino de las víboras venenosas, de los tigres sanguinarios, de las mortíferas arañas, y en el fondo de su dolorido corazón el maharajá juró matarlos porque ellos lo habían traicionado dos veces, en su amor y en su amistad, y por ello mandó llamar al constructor y le dijo que debía erigir en el más bello lugar de Eschnap una tumba grande y fastuosa para la mujer que él había amado. . .

Y entonces el constructor dijo: "Señor, siento que la mujer que amáis haya muerto", pero el maharajá preguntó: "¿Quién dice que ha muerto? ¿Quién dice que la amo?", y el constructor se turbo y dijo: "Señor, creí que la tumba sería un monumento a un gran amor", y entonces contestó el maharajá: "No te equivoques: la tumba la construye ahora mi odio. Pero cuando pasen muchos años, tantos años que esta historia será olvidada, y mi nombre, y el de ella, la tumba quedará sólo como un monumento que un hombre mandó construir en memoria de un gran amor.

22 marzo 2011

Fragmento "Algo sobre la muerte del mayor Sabines". Recordando a Jaime Sabines


Para recordar al maestro baste citar un apartado de tan grandiosa fuente de lirismo... In Memoriam

1. Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.

Convalecemos de la angustia apenas
y estamos débiles, asustadizos,
despertando dos o tres veces de nuestro escaso sueño
para verte en la noche y saber que respiras.
Necesitamos despertar para estar más despiertos
en esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.

Tú eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
por eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca frente a tu muerte nos paramos
a pensar en la muerte,
ni te hemos visto nunca sino como la fuerza y la alegría.
No lo sabemos bien, pero de pronto llega
un incesante aviso,
una escapada espada de la boca de Dios
que cae y cae y cae lentamente.
y he aquí que temblamos de miedo,
que nos ahoga el llanto contenido,
que nos aprieta la garganta el miedo.
Nos echamos a andar y no paramos
de andar jamás, después de medianoche,
en ese pasillo del sanatorio silencioso
donde hay una enfermera despierta de ángel.
Esperar que murieras era morir despacio,
estar goteando del tubo de la muerte,
morir poco, a pedazos.

No ha habido hora más larga que cuando no dormías,
ni túnel más espeso de horror y de miseria
que el que llenaban tus lamentos,
tu pobre cuerpo herido.

Minucia de hoy: Campus


Oigo con frecuencia, siempre con tono de reproche, que en México se emplea, quizá más que en España, el anglicismo campus para referirse al conjunto de terrenos y edificios pertenecientes a una universidad. En efecto, al español el vocablo campus, con ese significado, pasó del inglés. En esa lengua, según el Oxford Keys, significa 'grounds of a school, college or university'. Debe sin embargo recordarse que se trata de un vocablo latino, un sustantivo masculino de la primera declinación (campus, -i), que quería decir 'el campo, la llanura de tierra ancha y dilatada, la campiña'. Produjo en español el sustantivo campo ('terreno extenso fuera de poblado'). En inglés (y en español) el cultismo latino, el latinismo crudo campus es masculino e invariable en cuanto al número (el campus, los campus).
Todos sabemos que hay en la lengua española de hoy anglicismos superfluos y anglicismos no sólo tolerables sino incluso necesarios. Soy de la opinión de que campus es un vocablo, si no indispensable, al menos conveniente. Recordemos que las instalaciones de las universidades más antiguas, en particular de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México, hasta hace relativamente poco, consistían en un numeroso conjunto de edificios dispersos en el centro de la ciudad. No tenía entonces la Universidad un terreno propio, sino sólo varios edificios. En 1954, por tanto, la Universidad contó por primera vez con un conjunto de terrenos y edificios, con una verdadera ciudad. Comenzó designándosele (y todavía se le llama así) precisamente Ciudad Universitaria. A todos los universitarios nos gusta ese nombre, nos es entrañable. A veces lo abreviamos con la cariñosa abreviatura C. U. (ceú). Debemos seguir manteniendo esa venerable designación. Sin embargo debe tenerse en cuenta que, al paso del tiempo, la Universidad fue creciendo, fue extendiéndose a otras áreas metropolitanas. Se crearon, por ejemplo, las ENEP (escuelas nacionales de estudios profesionales), en amplios terrenos con numerosos inmuebles. Forman evidentemente parte esencial de la UNAM pero no están en Ciudad Universitaria. La Universidad ahora, por tanto, no consta sólo, como antes, de un conjunto de edificios, sino de un conjunto de terrenos y edificios, de ciudades universitarias. Creo que a partir de esa época, en que se construyeron las ENEP, sin dejar de referirse a la Ciudad Universitaria, comenzó a emplearse, tanto para aludir a esas instalaciones cuanto para hablar de las otras, especialmente las ENEP, el término inglés campus: el campus de Ciudad Universitaria, el campus de la ENEP Acatlán, etcétera.
No creo que el español disponga de un término tan preciso (y tan breve) como campus para referirse a esos amplios terrenos donde están los edificios universitarios. Tomando en cuenta además que no está sustituyendo a Ciudad Universitaria (pues precisamente se habla del campus de C. U.), creo que no hay razón para rechazarlo. Aunque no debe tomarse como argumento contundente, conviene tener en cuenta que el DRAE, en su vigésima primera edición (de 1992), considera como parte del vocabulario general de la lengua española el anglicismo campus con el significado de 'conjunto de terrenos y edificios pertenecientes a una universidad'.


Fuente: http://www.fondodeculturaeconomica.com/obras/suma/r3/buscar.asp?idVocabulum=268&starts=Todos&word=campus

Premio Alfaguara de novela


A pesar de la opinión, en la que a veces concuerdo, de que los concursos literarios son un parámetro del cuál desconfiar, pienso que deben mencionarse cuando menos en su calidad publicitaria y de invitación al descubrimiento de nuevos escritores sean ellos nuevos o ya no tanto.

Al respecto, uno de los premios más conocidos allende el mar y también por estos lares, es el premio Alfaguara de novela que en la edición 2011, ha dado como merecedor del galardón al escritor colombiano Juan Gabriel Vázquez por su novela El ruido de las cosas al caer.

Confieso que no he tenido tiempo ni solvencia para hacerme de tan mentado ejemplar, pero la temática es la violencia, a decir del autor, una violencia a veces tan exagerada e incomprensible que resulta catártica y requiere de un escape. Es, describe la sinópsis del libro “un negro balance de una época de terror y violencia, en una Bogotá descrita como un territorio literario lleno de significaciones".

La novela se gesta, según lo que he podido leer, en la Colombia contemporánea y se mezclan elementos como el narcotráfico, un hipopótamo, la memoria, la fuga. “La trama narra el viaje de un hombre que busca en el pasado una explicación de su situación y la de su país. Una lectura conmovedora sobre el amor y la superación del miedo”

Así, el cliché que azota Colombia desde luengo tiempo atrás se mira reflejado en la literatura con un afán de comprenderlo para entonces dejarlo atrás. La nota del periódico el informador apunta también que: La obra de Vásquez -que se presentó bajo el seudónimo Raúl K.Fen- fue la elegida por el jurado, compuesto además por Gustavo Guerrero, Lola Larumbe, Candela Peña, Inma Turbau y Juan González.

De manera tal que habrémos de esperar a la lectura para decir qué tanto o tan poco esto es un nombre más, un fuego fatuo o algo que vaya más allá de la novedad del consumismo literario.

Más información: http://www.informador.com.mx/cultura/2011/279494/6/juan-gabriel-vasquez-y-su-ruido-colombiano-ganan-el-premio-alfaguara-2011.htm


*Fotografía: El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez.- CRISTÓBAL MANUEL http://www.elpais.com/fotografia/cultura/Juan/Gabriel/Vasquez/elpdiacul/20091116elpepicul_2/Ies/

Cuento: Los unicornios de Julio Torri


Creer que todas las especies animales sobrevivieron al diluvio es una tesis que ningún naturalista serio sostiene ya. Muchas perecieron; la de los unicornios entre otras. Poseían un hermoso cuerno de marfil en la frente y se humillaban ante las doncellas.

Ahora bien, en el arca, triste es decirlo, no había una sola doncella. Las mujeres de Noé y de sus tres hijos estaban lejos de serlo. Así que el arca no debió de seducir grandemente al unicornio.

Además Noé era un genio, y como tal, limitado y lleno de prejuicios. En lo mínimo se desveló por hacer llevadera la estancia de una especie elegante. Hay que imaginárnoslo como fue realmente: como un hombre de negocios de nuestros días: enérgico, grosero, con excelentes cualidades de carácter en detrimento de la sensibilidad y la inteligencia. ¿Qué significaban para él los unicornios?, ¿qué valen a los ojos del gerente de una factoría yanqui los amores de un poeta vagabundo? No poseía siquiera el patriarca esa curiosidad científica pura que sustituye a veces al sentido de la belleza.

Y el arca era bastante pequeña y encerraba un número crecidísimo de animales limpios e inmundos. El mal olor fue intolerable. Con su silencio a este respecto el Génesis revela una delicadeza que no se prodiga por cierto en otros pasajes del Pentateuco.

Los unicornios, antes que consentir en una turbia promiscuidad indispensable a la perpetuación de su especie, optaron por morir. Al igual que las sirenas, los grifos, y una variedad de dragones de cuya existencia nos conserva irrecusable testimonio la cerámica china, se negaron a entrar en el arca. Con gallardía prefirieron extinguirse. Sin aspavientos perecieron noblemente. Consagrémosles un minuto de silencio, ya que los modernos de nada respetable disponemos fuera de nuestro silencio.