No cabe duda de que el léxico es el nivel más superficial de la lengua, el más cambiante. Transcribo en seguida algunos comentarios que a fines de la centuria decimonónica escribieron don Rufino José Cuervo y don Joaquín García Icazbalceta en relación con la interjección ¡caray! El primero anotó: "Voz de infame parentela, que ojalá no se usara en ninguna parte"; del segundo son las siguientes palabras: "No sólo en México y en Bogotá anda la palabrita, sino que parece haber invadido media América [...] Venga de donde viniere, nunca deben usarla personas bien educadas. ¿A qué conducen tales interjecciones, habiendo tantas muy inocentes? Ni aun éstas conviene prodigarlas..."
Probablemente estos severos juicios se debían a que tan ilustres filólogos entendían tal palabra únicamente como un eufemismo que sustituía la expresión ¡carajo! Así lo ha seguido creyendo el DRAE 100 años después. En la entrada ¡caray! remite a ¡caramba!y ahí explica que es un eufemismo por ¡carajo! y que es una interjección con que se denota extrañeza o enfado. Ahora bien, ¿por qué se eludía (y se elude todavía) el vocablo ¡carajo!, según la Academia? Seguramente por su significado: 'miembro viril'.
Digo que el vocabulario cambia mucho más rápidamente que la fonología o la gramática. En efecto, me parece que hoy, al menos en México, por principio de cuentas, muy pocos saben que ¡carajo! significa 'miembro viril'. Ciertamente la voz se emplea ahora más que antes, pero siempre como simple interjección. En efecto, es una interjección vulgar, popular. En la transcripción hecha en la UNAM, de 42 conversaciones libres de sujetos cultos no apareció ni una vez. Fueron varios, por lo contrario, los registros del vocablo en las transcripciones correspondientes a informantes incultos.
Por otra parte, creo que ningún hablante emplea hoy los vocablos ¡caray! y¡caramba! como eufemismos sustitutivos del vulgarismo ¡carajo! Se trata de interjecciones muy usuales e inocuas. Aparecen en boca de hablantes pertenecientes a todos los niveles sociales. Pueden verse también escritas en todo tipo de texto sin que llamen la atención de nadie como vulgarismos. Lo que sucede es que, por una parte, se registran en la lengua desplazamientos de sentidos y de significaciones de las palabras, a veces con gran velocidad: carajo no significa ya 'miembro viril', ¡caramba! y ¡caray! no sustituyen a carajo. Por otra, las diversas ediciones del DRAE suelen seguir repitiendo acepciones y sentidos que determinadas palabras pudieron haber perdido hace ya mucho tiempo. Probablemente en tiempos de Cuervo y García Icazbalceta resultaban reprobables, en gente educada, tales interjecciones. Hoy, estoy seguro, los mismos filólogos, atentos observadores de la evolución lingüística, reconocerían en ¡carajo! una expresión vulgar pero sin el significado de 'miembro viril' y en ¡caramba! y ¡caray! meras interjecciones totalmente inofensivas.
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