Sucede que te miro. Detrás de la circunstancia consecuente apareces. ¿Qué hago entonces? ¿Cómo me escapo? Te miro desde lejos y te extraño, pero de cerca siento que me estorbas. Sobre la platinada faz de la luna de octubre estás, y me da la nostalgia hasta las lágrimas, ¿no te pasa que la luna te trae memorias tristes?
Y tanto te miro que pareces real, pero eres fantasma. Flotas, te alejas, te desapareces y regresas cuando la casa cruje por la noche. Cuando subo la escalera escucho el eco de tu risa y por instinto vuelvo la vista: no estás. Te miro en los juegos de los niños, en el parque, en las calles vacías y en las hojas que flotan en el aire.
Te busco, lo confieso. Prefiero encerrarme en casa para poderte hallar. Te miro como a Silvia la miraban los niños, pero aquí no hay pequeña que me insulte y se ría de mis costumbres. Tampoco estoy con amigos y un par de tragos en las manos, así que aquella historia se va difuminando y se contrasta de la mía.
En todos lados sucede que te miro, en todos lados sucede que te busco. No obstante me preocupa ser tan sólo ese loco que no sabe qué hacer...
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