Por Le Joque Dub
Como sea, como haya sido, por consenso se han confirmado las reformas a la ortografía que ya se conocían desde unos días atrás. Ayer, en la sesión a puerta cerrada de los directores de las veintidós academias de la lengua española, se dio luz verde a las modificaciones por todos conocidas: modificaciones de nombre en algunas letras (b, v, y, i), supresión de dígrafos (ch, ll), eliminación de la tilde DIACRÍTICA (mal que le pese a las cabezas de la ASALE) del sólo en función adverbial y de los pronombres demostrativos: éste, ése, aquél.
Todo este asunto ya había causado revuelo a ambos lados del Atlántico no sólo en las eminencias culturales y literarias de habla hispana, sino también en el común de la gente que, contrario a lo que pudiera pensarse sobre un marcado desinterés respecto de asuntos referentes a la lengua, manifestó su oposición a dichos avances en diversos medios como las redes sociales Facebook o Twitter, donde llegamos a encontrar hashtag´s alusivos a dicha cuestión.
Parece ser que, no obstante la renuencia para aplicar tales modificaciones, se decidió por unanimidad, a decir del director de la Academia Mexicana de la Lengua, don José G. Moreno de Alba, llevar a cabo dicha reforma puesto que “se trata de una propuesta sensata de unificación que no impondrá su uso”.
Y al respecto me cuestiono, ¿realmente será tan grave que en asuntos lingüísticos se haya llegado a la unanimidad entre los representantes de las veintidós academias? La respuesta no merece tomarse como un asunto ejemplar del que bien pudieran tomar lección los servidores públicos nacionales; más bien el asunto que compete en esta ocasión son los postulados per se y las consecuencias que habrán de surgir con este acuerdo.
Trataré, pues, de ir punto por punto:
· DECISIONES. La decisión de llamar “be” a la “b” y “uve” la “v” responde al predominio de estas formas en el mundo hispánico, aunque hay regiones con una tradición distinta y respetable, para llamarlas de otra manera, como “be grande” o “be corta”.
No sé si todos ustedes, queridos lectores, pero a mí me enseñaron estos dos caracteres ya con los nombres que hoy establece la Asociación de academias de la lengua española (ASALE), y al respecto, creo que se ha gestado más pánico por el tratamiento tan superficial que los medios han dado del tema.
Aclaremos. No se trata de juzgar o demeritar algún profesor cuyo método de enseñanza lleva años de vigencia y probados resultados, cuando se le ocurra instruir tales grafías como “b = be grande” o “v = ve chica”. De lo que se trata aquí es de establecer una homogeneidad para todos los países hispanoparlantes y que, así, el argentino que estudie en España, el paraguayo que viva en Colombia o el cubano que venga a México entiendan que, a más de como la aprendieron la “b” es be, y la “v”, uve. Encontrando una analogía burda, es como si se pretendiera el esperanto alfabético, para que todos sepan el mismo idioma.
· Sobre la “y”, explicó (Moreno de Alba) que al tener un apoyo vocálico que termina en “e”, se determinó como “ye”, además de ser la denominación preferida en otros ámbitos como la ciencia y las matemáticas.
En este caso es una cosa similar y se independiza el nombre del par de letras que lo compartían (“i = i latina”, “y = y griega”), aunque en este caso expreso mi malestar ya que, si bien es cierto que la grafía “y” tiene un “apoyo vocálico que termina en e”, es igualmente cierto que en determinados contextos sigue funcionando con valor de vocal, tales como: hoy, maguey, rey, y, soy, etc. ¿Qué se hace en esos casos? Porque, según entiendo, al decir que tiene apoyo VOCÁLICO, se ha considerado que es, por entero, un caracter consonántico lo cual no parece cumplirse en todos los ejemplos.
· La razón para eliminar el acento a las palabras “sólo”, “éste”, “ése”, “aquél” es simple: su utilización no es fónica, sino de significado.
Para empezar con este punto que es el que mayores atenciones ha causado, cito un documento elaborado por la Academia Mexicana de la Lengua:
Se rechaza que la oposición tonicidad/atonicidad sea el requisito básico para la aplicación de la tilde diacrítica y considera como condición fundamental la pertenencia a categorías gramaticales diferentes de las palabras. Propone que el empleo de la tilde diacrítica en el adverbio sólo y en los demostrativos sustantivos deje de ser potestativo y sea prescriptivo.
(Utilizamos para sustentarlo la OLE99, el DPD y el Esbozo 1973/1999)
Podrá verse, que lo aducido como razón para eliminar el acento en estas palabras es, a todas luces, una paradoja, un sinsentido puesto que es justo una de las razones por las que no debió haberse aceptado. Y si alguna duda queda de las funciones del diacrítico, vuelvo a citar:
La tilde diacrítica ha sido, entonces, un mecanismo para distinguir categorialmente los pronombres de aquellas formas con igual grafía pero con diferente función.
Este punto es sobre el que han caído las críticas, merecidas e inmerecidas, conservadoras y mordaces, inteligentes y reaccionarias de los hispanohablantes. En un rastreo en la red social twitter.com el día diez de noviembre, se encontró que, de los tweets que se referían a las reformas, un 34% se pronunciaba en contra de la supresión del acento en el sólo y los demostrativos, siendo este trending topic el más comentado del listado de reformas ortográficas.
Lo que importa aquí, además de todo es que parece ser que importa muy poco la relación, teórica, de igual a igual al tratarse con la Real Academia Española. A saber, cuando se propuso dicha reforma, venida, por supuesto, de la península, veinte de las veintiuna academias no dudaron en aceptar la reforma como quien descubre el éxtasis religioso en el prójimo y se lamenta por su falta de fe, agachando la cabeza para ser bendecido por el reflejo de tan altos pensamientos. La única que opuso razones fue la Academia Mexicana (esto no se trata de un juicio nacionalista pedante en tiempos del Bicentenario y del Centenario, antes bien, déjenme, queridos lectores, concluir con mis devaneos) y de ahí comenzó una pugna lingüística entre la Todopoderosa RAE y la AML, quien curiosamente representa al país con más hispanohablantes del mundo, quizá por ello los ibéricos sintieron pasos.
La cosa se siguió en un debate mediante el cual los académicos españoles mencionaban las razones por las cuales SU propuesta debía aplastar cualquier intento de rebelión, considerándolo, casi, golpe de estado. Evidentemente la AML presentó argumentos que contravenían los llegados allende el mar y la contestación no se hizo esperar, del Atlántico para acá:
El equipo de redacción de la RAE rechaza los argumentos sostenidos por la AML para oponerse a la supresión definitiva de la tilde diacrítica en el adverbio sólo y los pronombres demostrativos, por no ser suficientes para contrarrestar los que se aducen a favor.
De manera que, entiéndase, “sí tienen razón los mexicanitos, pero... pero nosotros tenemos más” y como lo que pasó en México en el 2006 con las elecciones y el dictamen del TRIFE: Sí hubo trampa, pero nomás tantita. ¿Cómo puede llamársele a eso si no imperialismo lingüístico? Es que me resulta inadmisible la pretensión peninsular de sentirse piedra de toque de la lengua, de pensar que son amos y señores, creadores y destructores de ese algo inmaterial que es la lengua española, por favor, basta de pensamientos del medioevo, la lengua es del hablante y las academias no están sino como testigos longevos de la evolución del idioma, para, después de observar los cambios que se fijan, redactarlos. Las academias son historiadoras no jueces.
Así, cuando a principios de mes se dio a conocer que se suprimiría el acento del sólo y los demostrativos, se mencionaba como error ortográfico el oponerse a tal mandato; un par de semanas después, después de la reunión que sostuvieron los presidentes de las veintidós academias en San Millán de la Cogolla, resulta que, pese a no recomendarse el uso de la tilde en la voz sólo cuando tiene valor adverbial ni en los demostrativos, menciona un vocero de la RAE que se dejará abierta la opción de utilizarlo, de modo que ya no era, in strictu, un error. Tal cosa nos dejó perplejos al equipo de trabajo que preparaba la contra argumentación para las razones aducidas por España pues no podíamos explicarnos a qué se debía ese cambio de matiz, en la postura, tan clara, que antes habían manifestado.
Resulta, lo sé de buena fuente queridos lectores, que en la reunión susodicha, estaba presente a no sé qué razón, el recientemente laureado con el Nobel, don Mario Vargas Llosa, así es, el mismísimo Vargas Llosa departiendo en idílica tertulia con los mandamases de la ASALE, ¿asunto? nadie lo sabe, y si lo saben, nadie lo dice. Para no hacer el cuento largo, resulta que don Mario, en una de las discusiones respecto al mentado sólo, le “comenta” a don Víctor (uno imagina lo íntimos que son, quién puede negarse ante un nobel), palabras más, palabras menos:
—Oye Víctor, ¿cómo está eso de que me vas a quitar el acento del sólo? Yo no puedo escribir así.
Tal fue el monólogo de Vargas Llosa. Imagino que al instante García de la Concha tuvo que poner manos a la obra y mandar a uno de sus subalternos a rectificar que la supresión de la tilde no devendría, de no acatarse, en error y así, era una reforma “deslavadita” digamos, una mera sugerencia. Pensarán, amigos míos, ¡qué bueno!, gracias a Vargas Llosa no se considerará un error, y, en efecto, como dijo don Adolfo Castañón al respecto, “de lo perdido, lo hallado”, mas, ¿no les parece harto denigrante que habiendo esgrimido argumentos sólidos, lingüísticos, de parte de TODA UNA INSTITUCIÓN a quien se supone, se mira como igual, y más allá, una academia, y más allá, la Academia Mexicana de la Lengua, se modifique el planteamiento esencial por un hombre? Cierto, nadie pone en tela de juicio su autoridad moral para las letras, pero, hay modos y formas.
Así caemos en la cuenta que, más allá del asunto léxico, todo cae en el cáncer de la humanidad: el poder. Todo es asunto de poder, de imponer, de pretender ser la voz única y eterna, de sojuzgar a quien se atreve a discrepar y acallarlo con ensordecedoras burlas, contestaciones a medias, sin tomarla en serio. ¿Acaso los españoles son todavía autoridad en el uso del idioma? ¿Ellos que aplauden que no se acentúe guion puesto que es monosílabo, pero lo pronuncian gui-ón? ¿Ellos que registran en el Diccionario de la Real Academia Española la voz coctel y pronuncian cóctel? ¿Ellos que mencionan que la única parte que debe ser prescriptiva en la lengua es, precisamente, la ORTOGRAFÍA, y ahora salen con que “no se discriminarán ni prohibirán los usos distintos a estos lineamientos”?
De alguna manera se debe mantener una unidad en el lenguaje, aunque la historiografía prueba que toda lengua, en un momento se convierte en madre y diverge en variantes dialectales primero, para después engendrar nuevas lenguas con el paso de los años, pero, en el medio de ese proceso se debe buscar una homogeneidad. En el caso del español es la ortografía, es el único lazo que nos mantiene como pertenecientes de un todo, por tanto:
[...] la actualización de las reglas ortográficas debe basarse en estudios con rigor metodológico y científico que aporten argumentos demostrables. [...] El sistema actual de acentuación ha sido el resultado de una serie de reformas y una paulatina fijación de reglas.
Pensando en el lema de la RAE, “Limpie, fixa y da esplendor”, creo que es una total traición a los ideales propuestos en dicha cita, puesto que ésta, sólo llévase a cabo por entero en las reglas ortográficas. Reglas que se establecen para ser cumplidas, con las reglas del juego de nuestra lengua, y deben establecerse claramente, como en cualquier otro sistema.
De manera tal que la postura de no discriminar otros usos, luce tan seria como la utopía Calderonista de ganar la guerra contra el narco. La lengua, además de todo es marcador social, y hay quien se ha esmerado en hacer de ella su material de trabajo, su medio y su fin, porque también en el idioma hay vanidades y orgullos, y de repente vienen a decirte, después de años de trabajo, que ni te esfuerces demasiado, total, ya no te discriminarán si no sabes cuándo lleva acento tal o cual palabra, por favor, es una burla.
Así como en los sistemas políticos, en los deportes, en el trabajo, hay lineamientos que uno debe acatar, así debieran mantenerse en lo lingüístico. No se puede dar libre albedrío en ciertas cosas, no le puedes decir al hablante que, a la manera en que escriba, no habrá errores, porque entonces eliminas los dos puntos de fuga: error y acierto. Cómo pretendes llevar a un punto más alto la educación si el medio para propagarla, la lengua, es un hato de posibilidades, todas correctas porque ninguna errada. No señores académicos, si todo será tolerado entonces ¿para qué establecer regulaciones? Eliminando acentos donde antes se colocaban para evitar anfibologías, se perpetuarán las confusiones, ¿es tan difícil apreciarlo?
La potestad está en ustedes si van a propugnar por la credibilidad y seguir con la nomenclatura de “reglas ortográficas”, si no, como dije, que sean meras recomendaciones. Al hablante le toca acatar lo prescrito, no más.
Es evidente que, pese a la reacción en contra que tales modificaciones han provocado en escritores, intelectuales, y gente común, esto no dará marcha atrás en mucho tiempo de modo que nos toca a nosotros tomar postura. Yo, por mi parte, negaré mi adhesión al neocolonialismo lingüístico disfrazado de democracia intercontinental. Soy un reaccionario y conservaré mis acentos donde bien los había aprendido, pues mi trabajo me costó. Habrá cabida en mis textos para el sólo, el éste, el ése y el aquél. Basta de imposiciones y que se recuerde bien:
TILDE DIACRÍTICA O MUERTE, PORQUE EL SÓLO NO ESTÁ SOLO, he dicho.
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