La noche diluyó distancias
acaso más que temporales,
de ideas e intereses.
Te recordé igual que antes,
te vi, te reviví
en todos los momentos...
y añoré tanto ese pasado
cuando nada era como hoy
de complicado.
Pero el laberinto se encontró de nuevo,
deseé tanto tus labios
con la sensualidad y la abstinencia
con estas ganas tan acumuladas.
Por eso la sonrisa,
porque estas casualidades son escasas...
por eso, también, estas palabras,
por la belleza que nace del recuerdo,
la añoranza y también la expectativa.
Toda tú eres igual que hace diez años
tu historia, tus maneras
incluso ese particular aroma del cabello.
Quizá por eso fue la circunstancia
para establecer nuestras posturas,
las coincidencias que tenemos hoy
y las mentalidades divergentes...
Mantuve la promesa adolescente
a mi modo, tal vez,
pero presente.
Las palabras se leen y se diluyen
pero tienen sustancia memorable
cuando se dan sinceras.
Yo te lo digo como siempre,
sin reservas fútiles ni adornos
porque el recuerdo dejado
lo valoro.
Y a la luz de los años
me sonrío por todavía reconocerte,
por sonrojarme de facto,
y aludiendo así a mi juramento,
considera saldada nuestra deuda
con un final: Te quiero todavía.